24/04/2024
12:27 AM

La maldición de los ganadores

Juan Ramón Martínez

El poder es efímero. Por suerte, temporalmente limitado. Por ley o por la muerte. “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”. Porfirio Díaz, gobernó 30 años; Fidel, más de 50; Stroesnner, 30; Trujillo, 30; Somoza, más de 35 y Carías Andino, 16. Carías fue frenado por el electorado cuando quiso regresar en 1954. El chileno Juan Pablo Luna dice que “la forma más rápida de perder del poder es ganar una elección”. Desde el primer día, el gobernante y su partido están sometidos al plebiscito en el que los ciudadanos, la colectividad, valoran y juzgan sus actos. De modo que el régimen gana, mantiene o pierde el favor electoral. Esto es válido en el sistema democrático por supuesto. En el mesianismo revolucionario en cambio, la creencia es que “tienen que quererme, porque por ello, soy el presidente de la república”, como dijera un gobernante liberal, desafortunadamente.

El votante democrático no es peón del partido gobernante. Ni siquiera el burócrata. O el que recibe dinero o subsidios. Siempre ha votado en contra del poder. De modo que cada día, crecen los opositores.

De allí que llegar al poder, no garantiza el poder. Desde el gobierno, el único camino es convencer, con acciones concretas; y en un régimen de opinión constante, al elector que, se gobierna para él. No para las familias dominantes del régimen – inevitables, por demás – o para pagar los favores con los gobernantes extranjeros que, han dado apoyo al partido para volver al gobierno. Casi siempre los gobernantes pasan por alto estos conceptos. Y, además, se equivocan porque creen que el ejercicio del mismo da sabiduría. Ello es falso. Como tampoco el alcohol no da habilidad comunicacional, al margen de las “virtudes” de la cocaína, para mantener alerta y lúcidos a los hombres del poder. Más bien por tal vía se desconectan de la realidad y olvidan las características de los votantes.

Por ejemplo, a esta fecha, creemos que Libre y su gobierno han perdido el 75% de sus electores. La mayoría de sus votantes no son suyos ni forman parte del llamado voto duro. Por ejemplo, no pudieron rodear siquiera la rotonda del Juan Pablo II, cerca del Clarión. La mayoría de ese electorado perdido es cristiano; ve como modelo a Estados Unidos y teme al socialismo y al comunismo. De modo que, la única forma de retenerlo es con el discurso social cristiano en lo político; y con la economía social de mercado en lo económico. Sostener entonces que seguirán el modelo cubano –que solo un estúpido puede creer que sea modelo útil para Honduras— es un error políticamente grave que no se debe cometer, sino es aceptando anticipadamente castigos electorales severos definitivos.

Por supuesto, es público que los populistas solo creen en la democracia de ida. No para mantenerse en el gobierno. Suprimen las elecciones, eliminan la oposición o hacen fraude. Siempre se repitió que los nacionalistas ganaban en la contada. Y perdían en las elecciones libres. De modo que es probable que Rixi Moncada, cuando habla arrogantemente a los electores, anticipe que el régimen usará la división entre los hondureños – pobres aquí y explotadores allá— distribuirá dinero entre los débiles, comprará conciencias de periodistas, analistas, diputados y expresidentes, como paso previo a la instalación de un sistema electoral, dominado por incondicionales, éticamente afectados, para que den los resultados que ellos quieran. Derrumben el sistema computacional, esperen el voto rural; y, den los resultados con cifras anticipadas como conocimos en la consulta de la cuarta urna en el 2009. O hiciera Julio Lozano en 1956.

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