Nadie me dejará mentir, la maldad ha crecido en estos últimos tiempos. Vemos su manifestación, prácticamente, en todas las esferas sociales. Pareciera que el egoísmo es el “dios” de la presente era. Como que el principio general es satisfacer los propios anhelos a costa de cualquier precio. Se cree erróneamente, que el fin justifica los medios, por lo tanto, no importa si se tiene que dañar a otros para obtener lo que se desea.
Más de alguno podrá pensar que lo anterior se aplica solo a los ladrones, secuestradores, narcotraficantes, sicarios, estafadores, políticos corruptos, entre otros; aquellos que se han entregado en cuerpo y alma al camino del mal. A cualquiera que no forma parte de estos grupos se le hace fácil juzgarlos y repudiarlos con dureza. Sin embargo, ¿cuántas veces se actúa como ellos, solo que en menor escala?
Pensemos, por ejemplo, en el estudiante que no se esfuerza en el estudio, sino que busca, de manera ingeniosa, utilizar los pergaminos de chepia en el examen. ¿Acaso esto no es fraude? O qué decir del trabajador que llega tarde a su empleo, pierde tiempo hablando trivialidades con sus compañeros, realiza sus obligaciones a medias y sale diez minutos antes de la hora indicada. ¿Acaso esto no es un tipo de robo a la empresa? Está también, la señorita que haciendo uso de sus encantos físicos coquetea con el mejor postor a fin de solventar sus necesidades económicas sin amar genuinamente. O el conductor que hace doble o triple fila donde solo es permitido una, o que utiliza las gasolineras para doblar (siendo esto prohibido), solo por no hacer el retorno donde es debido. Estos son sólo algunos ejemplos de los tantos que se ven a diario. Estoy segura que usted puede pensar en muchos más en estos momentos.
El propósito de mencionar todo esto es para que reflexionemos. No podemos esperar que nuestro país cambie si cada uno de nosotros no está dispuesto a hacerlo. Es fácil echarles la culpa a los demás por la difícil situación de Honduras, y juzgar a otros antes que a uno mismo. A veces se vuelve tan fácil minimizar las faltas personales y maximizar las de los demás, cayendo en la hipocresía. Como que no se percibe que, muchas veces, la actitud personal prolifera lo que tanto se odia.
Los malos de la película que describí al principio, lo más probable, empezaron copiando en sus exámenes de escuela, siendo irresponsables con las cosas que se les delegaban, tratando de sacar únicamente el beneficio propio. Y al continuar en ese estilo de vida fueron perdiendo el amor y el respeto para sí mismos y para los demás.
