Digby Anderson dice: Conforme pasan los años la crisis moral y social de la cultura occidental en toda su dimensión es más y más evidente. Los Estados Unidos e Inglaterra son de hecho tierras de abundancia, países tecnológicamente sofisticados, cuyos ciudadanos viven largas vidas. Pero también son tierras de abundancias oscuras, de crimen, de violencia sin sentido, de niños sin padres, de miedo, de gobiernos y leyes enajenadas.
Esto no es solo un problema de los países desarrollados y consumidores de estupefacientes.
Es también preocupante en los países en desarrollo, cuyas economías se están volviendo ‘drogadictas’ y su entorno político social se está corrompiendo rápidamente. En México y en muchos países de América Latina, desafortunadamente siempre ha habido corrupción política y gubernamental debido a los sistemas centralizados y dictatoriales. Sin embargo, esa corrupción se ha intensificado con el narcotráfico y está permeando todas las áreas. El crimen, el robo y la violencia están alcanzando niveles intolerables. Y Honduras es un gran ejemplo especialmente en estos momentos.
Hemos olvidado que la libertad no nos ha sido dada para hacer todo lo que queremos, sino para hacer todo lo que debemos. Estos principios se refieren a la decencia, a la honestidad, al amor a la familia, a la fidelidad conyugal, a la protección de los hijos y al respeto de los ancianos, en el seno de cada hogar. Porque tales principios tradicionales mantienen vivas a las sociedades y permiten que los grupos humanos puedan progresar espiritual y materialmente. Paulatinamente hemos entrado al marginalismo moral. Lo que se reconoce como requisitos de una sociedad libre y que antaño estuvieron en el centro de nuestra vida, hoy están marginados. Y todo lo que antaño era prohibido hoy no solo está permitido, está de moda. No podemos permitir esto más tiempo. Hay que actuar ya...