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Cooperativistas, ¡recuperad las banderas!

  • 10 mayo 2023 /

En los años 60 del siglo pasado, el cooperativismo hondureño era un modelo alternativo al mercantilismo más atrasado. Se buscaba una economía solidaria, manejada democráticamente en el que se unieran el capital y el trabajo; y que, mediante su ampliación, obligara al capitalismo a desarrollar valores consecuentes con la naturaleza de la sociedad. Desde entonces, las visiones han cambiado. Los dirigentes han modificado sus posturas. Y se ha impuesto, igual que en el resto de la sociedad, un grupo insensible, interesado en el congelamiento de la dirección cooperativa, por medio de una “gerontocracia”, interesada en sus objetivos; y, en la que ha privado el fortalecimiento del mercantilismo más inconsecuente y falto de visión y compromiso con la creación de empleo, la ampliación de los valores de la solidaridad y el fortalecimiento de la economía nacional, bajo las reglas de la cooperación organizada.

Por ello es que apreciamos cómo en el cooperativismo de ahorro y crédito, por ejemplo, se produce un canibalismo institucional, inconsecuente y alejado de los valores que orientan y mantienen la cooperación. Las inversiones que han hecho no han tenido que ver con las necesidades de la comunidad cooperativa, sino con acciones de oportunismo económico y político. Compraron un banco, cuyas acciones mayoritarias tienen en venta. Y en las pasadas campañas electorales, pactaron con el Partido Nacional, cuando el cooperativismo está obligado a mantener su distancia partidaria y religiosa para avanzar, llenándonos de vergüenza a todos. Y ahora, los mismos, buscan pactar con el actual gobierno, en una actitud prostituida que debe ser rechazada por los cooperativistas.

Las fallas señaladas anteriormente han impedido usar el ahorro cooperativo para ampliar su intervención en la economía. No se ha creado una línea de consumo. Tampoco han hecho inversiones agrícolas; y, menos, acciones en la industria para consumo nacional y exportación.

El concepto de inversiones relacionadas, que ha sido muy aprovechada por la banca privada, es desconocida por la dirigencia cooperativa que se ha petrificado y olvidado, no solo la historia de un movimiento comprometido con la movilización social, sino que no ha podido aprovechar siquiera las experiencias del cooperativismo exitoso de Canadá, EUA, Alemania, Suiza y España.

Además, han reducido los espacios democráticos, al tiempo que se han entregado a los gobiernos en un coqueteo irresponsable que solo se justifica en el descuido de la educación y la formación cooperativista, dándole la dirección a los gerentes.

La destrucción del IFC y la entrega de la CHC a intereses partidaristas deben ser cuestionadas. Y desde el reconocimiento de los errores, replantear un plan de desarrollo estratégico en el que, en vez de un cooperativismo frágil contaminado por un mercantilismo primario e irracional, sea por el contrario el cooperativismo el que domine, animando al capitalismo para que se orienten ambos hacia una economía social de mercado.

No sabemos si estas recomendaciones son tardías. Y si estas no encuentren oídos sensibles entre el cooperativismo que, ha sido alienado para colocar las fuerzas solidarias de la nación, al servicio de mezquinos intereses. Pero si todavía hay líderes que puedan reflexionar, este es el momento. No para cambiar de partido político, sino para alejar el cooperativismo de las mezquinas diferencias partidarias y orientarlo hacia una acción en donde los pobres puedan ir desde las remesas del exterior, a que los compatriotas que quieren cambios, las usen en inversiones dentro de una perspectiva solidaria y democrática que, respete la dignidad de la persona humana. El tiempo es ahora, cuando nubarrones autoritarios se ciernen sobre el país. Y cunde la desesperanza. Los cooperativistas, deben recobrar sus banderas. Y hacerlas flamear orgullosas en las cumbres más altas.

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