El río Ulúa nace en las montañas de Intibucá y su recorrido aproximado de 400 kilómetros hasta que desemboca en el mar Caribe. Regando los departamentos de Santa Bárbara, Cortés, Yoro y Atlántida, por donde pasa riega esperanza, desarrollo y vida para todos los pobladores.
El río Chamelecón, que brota en las montañas del histórico departamento de Copán, recorriendo unos 200 kilómetros, llega a su desembocadura en el mar Caribe, bañando y alimentando milagrosamente al departamento cafetalero de Santa Bárbara y al industrial departamento de Cortés. Dos ríos caudalosos, llenos de vida animal, de pesca comercial y de sostenimiento para miles de familias. Además de sus atracciones turísticas nacionales e internacionales por su diversos atractivos balnearios especialmente en tiempo de verano.
Estos dos bondadosos ríos de todos los tiempos, menos en época de huracanes o tormentas, se vuelven tan caudalosos provocando las peores inundaciones causando pérdida de vidas humanas, animales y materiales. En verano especialmente se convierten en víctimas de la irresponsabilidad del hombre que no les dan sus respectivos mantenimientos y socavan hasta debajo de los puentes, no construyen los canales de alivio necesarios y sus bordos son abandonados.
La gente por la necesidad de una vivienda, porque el gobierno no les da una oportunidad, invaden las riberas de estos ríos en verano o cualquier temporada y al llegar el invierno o épocas huracanadas son las primeras afectadas por las crecidas de sus caudales e igual sus desbordamientos.
Hoy con las tormentas Eta e Iota otra lección más de la madre naturaleza para los pobladores víctimas por los negligentes gobiernos en un país llamado Honduras