¿Para qué sirve? A través de tu generosidad, ayudas a cubrir las necesidades de tu parroquia en sus tres dimensiones: religiosa, social y misionera. Esta ofrenda es para Dios, por ello se realiza en el marco de la celebración de la liturgia eucarística. El apóstol San Pablo nos exhorta a participar en la misa con nuestra ofrenda de la siguiente manera: “Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros reserve en su casa lo que haya podido ahorrar.” (1 Cor. 16,2)
La caridad está dirigida a nuestros hermanos más necesitados. Ella ve por sus necesidades y procura así el orden de la justicia, de modo que a quien no tenga no le falte lo necesario. Por ella el cristiano crece en su libertad para seguir al Señor Jesús haciéndose capaz de compartir sus bienes. Forjar un corazón generoso y desprendido exige un crecimiento en la fe, un esfuerzo continuo por dejar de poner la seguridad en los bienes materiales, y aprender a confiar en la Providencia amorosa de Dios.
Los bienes materiales que posees son buenos y queridos por el Señor para ti. El donar nos realiza y despliega. Quien es generoso experimenta la felicidad que el Señor da a quien descubre como San Pablo que “hay mayor felicidad en dar que en recibir”. (Hch.20,35)