Sumba, la isla que aún resiste el turismo masivo

Sumba, la antítesis de Bali, ofrece naturaleza intacta, tranquilidad absoluta y un turismo sin multitudes.

  • 06 de julio de 2025 a las 00:00 -
The New York Times

Por: Damien Cave/The New York Times

Después de un paseo en moto por un camino desierto, mi hija y yo saltamos de una plataforma de madera a una profunda laguna de arena blanca como la sal, corales sanos —y sin nadie más alrededor. No fue la primera ni la última vez que nos sentimos prácticamente solos en Sumba.

Sumba, una de las islas más orientales de Indonesia, está a solo una hora de vuelo de Bali. Pero Sumba es tan tranquila como Bali es vibrante. No hay nómadas digitales, fiestas de DJ ni drones al atardecer. La isla tiene el doble de tamaño que Bali, con una quinta parte de su población.

Se desconoce si Sumba podrá seguir siendo una antítesis de Bali. Está empezando a alcanzar un punto de inflexión con suficiente desarrollo hotelero y recomendaciones boca a boca como para atraer a más turistas.

Algunos argumentarían que Sumba nunca podrá ser Bali por muchas razones, desde la infraestructura hasta el tamaño y la cultura local, que requiere la aprobación de la comunidad antes de construir nada.

“No hay mucho aquí”, dijo Kiri Desborough, directora de bienestar de Cap Karoso, el hotel donde nos alojamos cuatro noches.

Como veníamos de Bali, notamos una diferencia en el paisaje.

Geológicamente, Sumba es un fragmento continental australiano que se desplazó hacia el norte, lo que significa que no hay volcanes ni acantilados imponentes. Se compone principalmente de llanuras de pasto y maíz.

Lujo costoso

El espacio es parte de su atractivo y, al igual que los demás hoteles de la isla, Cap Karoso lo ha aprovechado al máximo. La propiedad, con dos años de antigüedad, cuenta con 44 habitaciones y 20 villas en casi 1.5 hectáreas de colinas que se extienden a la playa de Karoso.

Ninguna de las principales cadenas hoteleras tiene hoteles en Sumba, así que Cap Karoso es lo máximo que hay.

Nos embarcamos en una excursión de snorkel incluida en el precio de la habitación. Nuestros guías llevaron arpones y pescaron un pargo rojo para cenar; sólo había unos cuantos barcos en el agua.

Después, reservamos una excursión de surf de medio día con un guía por el extremo suroeste de Sumba. Recorrimos caminos de tierra a través de pueblos tradicionales con techos de paja de varios pisos de altura. Oficialmente, Sumba es mayoritariamente cristiana, pero en la antigua religión animista de la isla, los ancestros o “marapu” guían a los vivos desde arriba, por lo que las casas tradicionales (y algunos edificios gubernamentales) intentan una conexión.

Pescando al atardecer en la playa de Karoso, en Sumba. La isla se siente como una escapada secreta, a diferencia de Bali.

Wainyapu, nuestro destino, se hallaba justo después de la desembocadura de un río y una aldea. No había nadie más en el agua.

Nuestro guía, Julianto, llegó a Sumba tras crecer en Java Occidental y trabajar en lugares más concurridos.

“Bali tiene muchísima gente”, dijo. “Me encanta Sumba porque Sumba sigue siendo naturaleza”.

Cuando mi hija y yo nos perdimos, los lugareños nos indicaron la dirección correcta con una sonrisa.

Una noche, mi esposa y yo cenamos en Julang, el restaurante de alta cocina de Cap Karoso, con chefs invitados que atienden a los comensales en una única mesa larga. Éramos seis personas allí para disfrutar de una comida de Robbie Noble, un chef de Melbourne, Australia. Su menú se centraba en el marisco local, ofreciendo té de cangrejo frío, pulpo asado (con tahini y echalotes) y un platillo de mahi mahi con espinacas de agua.

El lujo en un lugar remoto puede ser costoso: la comida en Julang costó unos 90 dólares por persona, sin vino; las habitaciones dobles en Cap Karoso cuestan desde 325 dólares, las de dos recámaras desde 750 dólares y las de tres recámaras hasta 4 mil dólares la noche.

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Hay opciones más razonables en hoteles boutique más pequeños, si se reserva con anticipación.

Como siempre, la división entre visitantes ricos y lugareños pobres corre el riesgo de distorsionar la cultura de un lugar que ha persistido prácticamente inalterada, durante cientos, si no miles, de años.

Por ejemplo, en la laguna algunos hombres y niños competían por quién debía recibir el pago de una pequeña cuota de estacionamiento.

Pero, comparada con Bali, Sumba aún se siente como una escapada secreta.

©The New York Times Company 2025

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