“El maíz se tristeó, la flor no reventó y no sabemos qué haremos para poder comer mientras llega la otra cosecha”, fueron las palabras, con un lenguaje folclórico, del campesino Reynaldo Gutiérrez al preguntarle cómo le fue con su sembradío.
Esa fue la triste bienvenida de don Reynaldo a un equipo periodístico de LA PRENSA que recorrió parte de la zona oriental del país para conocer los estragos causados por la sequía, que algunas organizaciones como los Productores de Grano (Prograno) califican de “catastrófico”.
Moviendo con su mano derecha un pequeño machete, el campesino comenzó a recrear el desastre que ha causado la falta de lluvia en toda la zona y que de no llegar ayuda se podría tener un escenario de hambruna como ocurre todos los años en algunas comunidades del sur del país, según registros oficiales de organizaciones de las Naciones Unidas.
Aldeas afectadas
En la zona de Morocelí, los pobladores más afectados son los que habitan en las aldeas de El Suyate, Quebrada Grande, La Providencia, Los Limones, Agua Caliente, Los Pozos, El Chile y Valle Arriba, donde a la fecha no ha llegado ninguna autoridad a ofrecerles algún tipo de ayuda, la que demandan con urgencia porque ellos cultivan para la sobrevivencia.
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Más adelante, entrando al centro de Morocelí, el joven Kevin Mejía Umanzor describe el opaco panorama, al tiempo que explica que va en busca de cogollos de caña para alimentar a las vacas de su abuelo, porque la sequía secó el pasto de los potreros.
“Aparte de que no llueve, nos está matando la extracción de agua que hacen en el río para regar cultivos de caña”, relató Kevin, refiriéndose al uso masivo del líquido que extrae una industria azucarera que opera en la zona de Morocelí.
Datos
-14 millones de quintales de maíz, en promedio, es la demanda humana e industrial del país.
-8.2 millones de quintales de maíz será la cosecha de este año, según la SAG.
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Verdor y tristeza. Al recorrer la zona se evidencia el verdor de los cultivos de caña que se alimentan con sistemas de riego de agua del río y pozos, pero en contraste se ven los catastróficos daños a los cultivos de maíz que dependen estrictamente de los ciclos de lluvia, afectados, según los expertos, por el cambio climático y por el deterioro severo a la foresta y otros ecosistemas.
Cercano a Kevin se encuentra Gabriel Mendoza, montado en un pequeño burro llamado Vampiro, que carga dos recipientes con agua para llevárselos a un pequeño hato de terneros, porque la quebrada donde los pequeños bovinos se hidrataban se secó completamente.
En aldeas de El Paraíso, los ganaderos tienen que acarrear agua desde zonas distantes para evitar la muerte de sus animales.
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Gabriel gana cien lempiras por llevarles agua dos veces al día a los terneros y dice que su empleador le toca pagarle de los ahorros, porque el maíz se perdió y las vacas dan muy poca leche.
En la zona de Yuscarán, El Paraíso, la situación es similar y muchos residentes ya agotaron sus provisiones de grano de la cosecha anterior, y aunque algunos tienen dinero no pueden comprar, porque sus vecinos atraviesan la misma situación.
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Marleny Montenegro contó a LA PRENSA que su esposo (José Antonio Garay) acumuló en la última cosecha unos 34 quintales de maíz y 84 sacos de maicillo que vendió a un precio razonable. Ahora dice que tuvo que acudir a donde un hermano para que le vendiera unas cuantas libras para las tortillas.
Riego no funcionó al 100%. El presidente de los Productores de Granos (Prograno), Dulio Medina, es un productor tecnificado de alta escala en el valle de Jamastrán, El Paraíso, y relató que también sufrieron pérdidas porque los sistemas no funcionaron al 100%.
También tienen que comprar concentrado y pasto para medio alimentar a los animales.
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“Los cultivos con riego bajaron su capacidad de rendimiento por la razón que el calor se volvió fuerte y estresó el maíz”, expresó el productor.
Luis Donaire, también productor, expresó: “Nunca se había dado una sequía como esta, estamos a un nivel catastrófico y del poco maíz que queda no se sabe cuánto se va a cosechar”.
“Este no es un problema del Gobierno, sino de un efecto climático, pero el Estado tiene que solucionar el problema”, expresó Donaire.
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