Una isla que se hunde en el Caribe panameño, zona de embarque de migrantes
Los migrantes que regresan a Venezuela, Colombia y otros países de Suramérica encuentran una ruta en el mar para evitar la selva del Darién.
- 25 de febrero de 2025 a las 00:00 -
La isla caribeña de Gardi Sugdub, conocida por albergar en su día a los que fueron los primeros desplazados climáticos oficiales de Panamá por la subida del nivel del mar y el hacinamiento, acoge ahora a migrantes, en su mayoría venezolanos, en su camino de regreso hacia Suramérica después de no haber logrado su objetivo: entrar en Estados Unidos.
“Le hemos metido ganas tratando de llegar hasta allá y que no se nos permite es doloroso, pero no hay de otra que volver a nuestra tierra con nuestras familias, con la frente en alto, pero ya lo dimos todo intentando entrar” en Estados Unidos, explicó a EFE el venezolano Darwin Zambrano.
Migrantes como Zambrano se quedan en al menos dos casas de la isla, donde pagan 10 dólares al día, a la espera de embarcar en grupo hacia Capurganá, ya en el Caribe colombiano, evitando así cruzar la peligrosa selva del Darién, la frontera natural entre Panamá y Colombia.
El mar, sin embargo, también puede ser una amenaza, como recordó el viernes pasado el naufragio de una lancha en la que viajaban 21 personas - de ellas 19 migrantes de Venezuela y Colombia - de las que fueron rescatadas 20 con vida, mientras que una niña venezolana de 8 años murió.
Esta isla, de la que el pasado junio comenzaron a mudarse algunas de las 300 familias que la habitaban para instalarse en tierra firme en una barriada conocida por la comunidad indígena guna como Isberyala, conmemoraba además este lunes uno de los eventos por el centenario de la conocida como Revolución Dule.
Una de las residentes subrayó que los locales no están preparados para acoger a migrantes, con la falta de agua potable y luz eléctrica que padece la isla, y le preocupan también las posibles enfermedades o la mayor aglomeración en esta isla parcialmente deshabitada del tamaño de cinco campos de fútbol.
Los migrantes, decepcionados, solo esperan continuar su camino hacia el sur, algunos a terceros países en busca de la oportunidad que no les dio Estados Unidos, otros, cansados de intentarlo, regresarán a casa.
“Duramos tres días en la selva, pero fueron tres días y ya, pero en México fueron más de 20 días. Yo vi niños muertos en la selva, personas putrefactas, cosas que uno lo lleva en la mente, pero no es comparación a México, porque era una tortura mental, por los carteles”, relató un joven venezolano.
En México debían moverse de noche, porque “así uno podía esconderse”, porque si les veían los “podrían secuestrar”.
“Si te quitaban el celular y veían un número estadounidense, comenzaban a forzar a su familia a pagar un rescate hasta de 5.000 dólares (...) y muchas personas desaparecieron así”, explicó.