La educación financiera se debe aprender desde pequeños, ya que entre más temprano se forma el hábito, mejores resultados se obtienen en la adultez.
Los padres de familia deben tener en cuenta que son parte fundamental del proceso de enseñanza. En casa se aprende partiendo del buen ejemplo de los progenitores.
¿Cuándo y cómo?
A partir de los dos años, cuando los niños comienzan a mostrar sus propios deseos, es momento de iniciar la educación financiera, compartiendo con ellos el proceso de intercambio de dinero por productos.
Hay que dejarles claro el origen del dinero y el porqué de su uso.
Dígales a qué se dedica y qué hace para tener ingresos; explíqueles que no siempre puede pagar con los productos o servicios que comercializa para obtener los bienes que necesita (trueque) y por eso su trabajo tiene un valor remunerado con una cantidad de dinero definida.
El objetivo es que su hijo entienda que el dinero no sale por arte de magia de un cajero automático y que no se puede tener todo solo con el poder de su firma.
A partir de los cuatro o cinco años, los niños ya pueden comenzar a recibir una pequeña cantidad de dinero. Para eso, nada mejor que regalarles su primera alcancía.
Son un óptimo recurso para aprender las primeras nociones de economía, mostrando la diferencia entre un producto caro y uno barato. Los beneficios serán enormes.