Nueva York, Estados Unidos.
El presidente estadounidense, Barack Obama, llegó a la Casa Blanca en medio de una crisis financiera en la que los despidos se multiplicaban. Ahora, deja su cargo cuando los mercados bursátiles rondan sus máximos históricos y la economía ha creado empleos durante 75 meses consecutivos.
Su legado económico, sin embargo, es opacado por un prolongado período de crecimiento anémico, escasa productividad laboral y la expansión más moderada desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Los economistas e historiadores debatirán el legado de Obama durante décadas, pero la conclusión final probablemente dependerá de los siguientes aspectos:
La crisis financiera
Cuando Obama asumió la presidencia, la economía perdía 700.000 empleos al mes. La crisis de los créditos hipotecarios subprime, que empezó en 2007, ya había derribado a los bancos de inversión Bear Stearns y Lehman Brothers además de la aseguradora American International Group, entre otras víctimas. El presidente saliente, George W. Bush, había comenzado el rescate del sistema financiero, pero la economía se estaba deteriorando.
Obama lanzó un plan de estímulo fiscal de US$1 billón y despachó al secretario del Tesoro, Timothy Geithner, para que utilizara los fondos y las facultades otorgadas por la ley de rescate con el fin de estabilizar el sistema financiero. Por su parte, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, quien fue designado por Bush, inyectó un torrente de estímulo monetario sin precedentes. Alguna combinación de fuerzas puso fin a la crisis.
Un indicador para evaluar la respuesta de Obama a la situación es el propuesto por la economista Carmen Reinhart, quien, junto con Kenneth Rogoff, escribió el libro Esta vez es distinto, que documenta que las crisis financieras requieren largos períodos de recuperación caracterizados por un crecimiento magro y un alto desempleo.
En su estudio más reciente, Reinhart, que enseña en la Universidad de Harvard, analizó 63 crisis bancarias importantes en las economías desarrolladas durante los últimos 150 años. Encontró que el producto económico per cápita demora seis años en recuperarse tras una crisis de esta naturaleza y en 43% de los casos hay una segunda recesión.
A juzgar por este indicador, la recuperación del producto per cápita estadounidense después de seis años fue promedio. EE.UU., en todo caso, tuvo un desempeño muy superior al de buena parte de Europa, donde más de la mitad de los países que sufrieron una crisis sistémica aún no se recuperan.
“Lo que más llama la atención es que la economía sumó empleos durante 75 meses consecutivos”, dice Jason Furman, quien preside el Consejo de Asesores Económicos de Obama. “La consistencia y estabilidad de la actual recuperación del empleo ha hecho añicos todas las marcas anteriores”.
Los costos y beneficios de la agenda reguladora
El sistema bancario se había estabilizado para mediados de 2009 y el gobierno de Obama volcó su atención hacia las amplias reformas de los sistemas de salud y financiero, además de un esfuerzo para reducir las emisiones de dióxido de carbono. En el proceso, el total acumulado de páginas del Código Federal de Regulación aumentó de unas 160.000 durante el gobierno de Bush a 180.000, según Steven Davis, de la Universidad de Chicago.
Más estadounidense accedieron a un seguro de salud, pero las primas aumentaron. El efecto de la ley de salud en el empleo es ambiguo. Algunos detractores sostienen que partes de la legislación incentivan la contratación de trabajadores a medio tiempo. La cantidad de empleados que trabajan a tiempo parcial pero quieren hacerlo a tiempo completo subió de 4 millones a 8,9 millones en los dos años posteriores a la promulgación de la ley, pero cayó a 5,6 millones desde entonces, principalmente debido a la mejora de la economía.
Compensaciones parecidas ocurrieron en el ámbito financiero. Las relaciones de capital en los seis mayores bancos de EE.UU. casi se duplicaron desde la crisis financiera y los problemas que aquejan a Europa no han cruzado el Atlántico, una señal de los beneficios que brinda el nuevo marco regulatorio. De todos modos, se ha dificultado el acceso al crédito, en especial en el caso de las pequeñas empresas y las personas con baja calificación crediticia.
“Cuando el gobierno también controlaba el Congreso, tenemos que asumir que vimos sus mejores ideas y principales prioridades”, dice Glenn Hubbard, ex presidente del Consejo de Asesores Económicos durante el gobierno de Bush. Hubbard sostiene que las regulaciones redujeron el crecimiento en un momento en que Obama debió haberse concentrado en iniciativas que elevaran la expansión a largo plazo.
La batalla sobre la política fiscal
En las elecciones legislativas de 2010, el Partido Republicano obtuvo el control de ambas cámaras del Congreso, lo que dio inicio a una era marcada por el estancamiento de la política fiscal, que incluyó un enfrentamiento sobre el límite de la deuda que llevó a la calificadora de riesgo Standard & Poor’s a rebajar la calificación de la deuda de EE.UU. y el “cierre” del gobierno durante varias semanas en 2013.
Cuando el desempleo era alto, Obama y el Congreso instauraron políticas de austeridad, lo opuesto a las recomendaciones de la mayoría de los economistas, que provocaron un daño inmediato a una economía débil sin abordar los problemas de largo plazo de la deuda. Cálculos del centro de estudios Brookings Institution sugieren que los recortes de presupuesto redujeron el crecimiento económico entre uno y dos puntos porcentuales entre 2011 y 2014. Si la economía se hubiese expandido otros dos puntos porcentuales en este período, el producto general sería US$1 billón más alto en la actualidad.
“Es difícil legislar sobre cualquier tema en una era de política partidista hiperpolarizada”, señala Sarah Binder, politóloga de la Universidad George Washington y miembro de Brookings.
Asignaturas pendientes
La economía que hereda Donald Trump tiene desafíos de largo plazo. Además de los problemas fiscales, Fannie Mae y Freedie Mac, dos entidades que son clave en el mercado inmobiliario estadounidense, siguen en poder del gobierno y su futuro es incierto.
Al igual que en muchas economías avanzadas, la productividad se ha estancado y ha crecido apenas 1,2% en los últimos ocho años, alrededor de la mitad del promedio de posguerra. A ello hay que sumar que 18,5% de los estadounidenses en edad productiva no están trabajando y ni siquiera buscan empleo, un alza frente a 15% de 2000 y 17% a comienzos del gobierno de Obama.
“Tuvimos una recuperación, pero no una gran recuperación”, dice Jeffrey Sachs, economista de la Universidad de Columbia. Aunque cree que la reforma de salud fue una mejora “todo el resto de los temas estructurales que enfrentamos y todo el resto de las inversiones en el futuro no se materializaron”, asevera.
El presidente estadounidense, Barack Obama, llegó a la Casa Blanca en medio de una crisis financiera en la que los despidos se multiplicaban. Ahora, deja su cargo cuando los mercados bursátiles rondan sus máximos históricos y la economía ha creado empleos durante 75 meses consecutivos.
Su legado económico, sin embargo, es opacado por un prolongado período de crecimiento anémico, escasa productividad laboral y la expansión más moderada desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Los economistas e historiadores debatirán el legado de Obama durante décadas, pero la conclusión final probablemente dependerá de los siguientes aspectos:
La crisis financiera
Cuando Obama asumió la presidencia, la economía perdía 700.000 empleos al mes. La crisis de los créditos hipotecarios subprime, que empezó en 2007, ya había derribado a los bancos de inversión Bear Stearns y Lehman Brothers además de la aseguradora American International Group, entre otras víctimas. El presidente saliente, George W. Bush, había comenzado el rescate del sistema financiero, pero la economía se estaba deteriorando.
Obama lanzó un plan de estímulo fiscal de US$1 billón y despachó al secretario del Tesoro, Timothy Geithner, para que utilizara los fondos y las facultades otorgadas por la ley de rescate con el fin de estabilizar el sistema financiero. Por su parte, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, quien fue designado por Bush, inyectó un torrente de estímulo monetario sin precedentes. Alguna combinación de fuerzas puso fin a la crisis.
Un indicador para evaluar la respuesta de Obama a la situación es el propuesto por la economista Carmen Reinhart, quien, junto con Kenneth Rogoff, escribió el libro Esta vez es distinto, que documenta que las crisis financieras requieren largos períodos de recuperación caracterizados por un crecimiento magro y un alto desempleo.
En su estudio más reciente, Reinhart, que enseña en la Universidad de Harvard, analizó 63 crisis bancarias importantes en las economías desarrolladas durante los últimos 150 años. Encontró que el producto económico per cápita demora seis años en recuperarse tras una crisis de esta naturaleza y en 43% de los casos hay una segunda recesión.
A juzgar por este indicador, la recuperación del producto per cápita estadounidense después de seis años fue promedio. EE.UU., en todo caso, tuvo un desempeño muy superior al de buena parte de Europa, donde más de la mitad de los países que sufrieron una crisis sistémica aún no se recuperan.
“Lo que más llama la atención es que la economía sumó empleos durante 75 meses consecutivos”, dice Jason Furman, quien preside el Consejo de Asesores Económicos de Obama. “La consistencia y estabilidad de la actual recuperación del empleo ha hecho añicos todas las marcas anteriores”.
Los costos y beneficios de la agenda reguladora
El sistema bancario se había estabilizado para mediados de 2009 y el gobierno de Obama volcó su atención hacia las amplias reformas de los sistemas de salud y financiero, además de un esfuerzo para reducir las emisiones de dióxido de carbono. En el proceso, el total acumulado de páginas del Código Federal de Regulación aumentó de unas 160.000 durante el gobierno de Bush a 180.000, según Steven Davis, de la Universidad de Chicago.
Más estadounidense accedieron a un seguro de salud, pero las primas aumentaron. El efecto de la ley de salud en el empleo es ambiguo. Algunos detractores sostienen que partes de la legislación incentivan la contratación de trabajadores a medio tiempo. La cantidad de empleados que trabajan a tiempo parcial pero quieren hacerlo a tiempo completo subió de 4 millones a 8,9 millones en los dos años posteriores a la promulgación de la ley, pero cayó a 5,6 millones desde entonces, principalmente debido a la mejora de la economía.
Compensaciones parecidas ocurrieron en el ámbito financiero. Las relaciones de capital en los seis mayores bancos de EE.UU. casi se duplicaron desde la crisis financiera y los problemas que aquejan a Europa no han cruzado el Atlántico, una señal de los beneficios que brinda el nuevo marco regulatorio. De todos modos, se ha dificultado el acceso al crédito, en especial en el caso de las pequeñas empresas y las personas con baja calificación crediticia.
“Cuando el gobierno también controlaba el Congreso, tenemos que asumir que vimos sus mejores ideas y principales prioridades”, dice Glenn Hubbard, ex presidente del Consejo de Asesores Económicos durante el gobierno de Bush. Hubbard sostiene que las regulaciones redujeron el crecimiento en un momento en que Obama debió haberse concentrado en iniciativas que elevaran la expansión a largo plazo.
La batalla sobre la política fiscal
En las elecciones legislativas de 2010, el Partido Republicano obtuvo el control de ambas cámaras del Congreso, lo que dio inicio a una era marcada por el estancamiento de la política fiscal, que incluyó un enfrentamiento sobre el límite de la deuda que llevó a la calificadora de riesgo Standard & Poor’s a rebajar la calificación de la deuda de EE.UU. y el “cierre” del gobierno durante varias semanas en 2013.
Cuando el desempleo era alto, Obama y el Congreso instauraron políticas de austeridad, lo opuesto a las recomendaciones de la mayoría de los economistas, que provocaron un daño inmediato a una economía débil sin abordar los problemas de largo plazo de la deuda. Cálculos del centro de estudios Brookings Institution sugieren que los recortes de presupuesto redujeron el crecimiento económico entre uno y dos puntos porcentuales entre 2011 y 2014. Si la economía se hubiese expandido otros dos puntos porcentuales en este período, el producto general sería US$1 billón más alto en la actualidad.
“Es difícil legislar sobre cualquier tema en una era de política partidista hiperpolarizada”, señala Sarah Binder, politóloga de la Universidad George Washington y miembro de Brookings.
Asignaturas pendientes
La economía que hereda Donald Trump tiene desafíos de largo plazo. Además de los problemas fiscales, Fannie Mae y Freedie Mac, dos entidades que son clave en el mercado inmobiliario estadounidense, siguen en poder del gobierno y su futuro es incierto.
Al igual que en muchas economías avanzadas, la productividad se ha estancado y ha crecido apenas 1,2% en los últimos ocho años, alrededor de la mitad del promedio de posguerra. A ello hay que sumar que 18,5% de los estadounidenses en edad productiva no están trabajando y ni siquiera buscan empleo, un alza frente a 15% de 2000 y 17% a comienzos del gobierno de Obama.
“Tuvimos una recuperación, pero no una gran recuperación”, dice Jeffrey Sachs, economista de la Universidad de Columbia. Aunque cree que la reforma de salud fue una mejora “todo el resto de los temas estructurales que enfrentamos y todo el resto de las inversiones en el futuro no se materializaron”, asevera.