Las celebraciones de año nuevo son una especie de bisagra que nos ayudan a hacer la transición hacia algo aparentemente novedoso, el inicio de un ciclo que esperamos con ansias.
Aquella era una de las primeras experiencias de voluntariado corporativo que me correspondía coordinar. Se trataba de una oportunidad valiosa de contribuir con la orientación vocacional de jóvenes de último año de educación media, en una importante institución pública sampedrana, a través de la metodología del programa Carreras con Propósito, de la organización Junior Achievement.
Llegué a aquella oficina con muchos sueños bajo el brazo, pero también con mucha incertidumbre por lo que podría enfrentar allí. Era apenas mi segunda experiencia laboral, pero la primera desde que me gradué de la universidad.
El tiempo transcurre y va dejando al descubierto algunos efectos de los que poco hablamos, de las medidas tomadas en los momentos más álgidos de la pandemia por covid-19.Una de las secuelas más evidentes es el rezago educativo, debido a que nuestro sistema no estaba -como tampoco lo está ahora- preparado para la virtualidad, dadas las condiciones de grandes desigualdades que obstaculizan un adecuado proceso enseñanza-aprendizaje.
Para muchas mujeres en Honduras los comportamientos hostiles basados en género son asunto de todos los días. En los lugares públicos, en el trabajo y en el hogar es posible experimentar distintas manifestaciones violentas, que pueden ir desde las miradas lascivas, las palabras odiosas, el contacto físico no deseado, los golpes e incluso, la muerte.
La vulnerabilidad climática de Honduras es grande, por la falta de infraestructura de protección y las condiciones de pobreza y marginalidad de la población que no contribuyen a reducir el impacto de eventos climáticos.
Sin duda alguna, la educación transforma a las personas. Es una fuerza poderosa que ayuda a descubrir capacidades múltiples y desarrollar habilidades esenciales para la vida en todos sus aspectos.
El aniversario de la patria es un buen momento para recordar de dónde venimos, reconocer cómo nos encontramos y ver hacia el futuro. Quizás lo más importante sea tener claro hacia dónde deseamos encaminarnos, con base en las posibilidades reales, más allá de los buenos deseos.