28/04/2024
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Cuentos y Leyendas: La niña de Catacamas

Los Cárcamo habían llegado a la ciudad de Catacamas, departamento de Olancho, en busca de mejores horizontes.

    El jefe de la familia se llamaba Heriberto, que pronto se hizo de amigos por su buen carácter. Su esposa María Marta era muy dedicada a su trabajo de costurera y en poco tiempo tenía mucha clientela y finalmente mencionamos a la niña Eloísa, de ocho años de edad.

    Todo marchaba sobre ruedas en el seno de aquella familia hasta que, una mañana, la niña jugó con su pelota y la lanzó con fuerza contra la pared y al rebotar le pegó en el rostro a su padre.

    La pequeña se quedó parada en la sala como petrificada y, acto seguido, don Heriberto agarró un lazo que tenía en la cocina y dejó fluir toda su cólera contra la niña. Por si esto fuera poco, la madre le pegó dos golpes en el rostro que le sacaron sangre por la nariz. Terriblemente golpeada, la niña se fue a su cuarto escuchando a su espalda la voz de sus furiosos padres:

    -¡Eso te enseñará a no jugar pelota dentro de la casa, niña malcriada! ¡Ya vas a ver la próxima vez!

    Siete días más tarde, mientras la familia almorzaba, la niña, que aún presentaba una ligera inflamación en el ojo derecho, se levantó de su silla y dijo:

    -Con su permiso, me voy a mi cuarto porque me duele la cabeza.

    Sus padres asintieron y la pequeña abandonó el comedor y se acostó en su cama. Andaba un gran resentimiento en el corazón por el castigo que había recibido de sus progenitores. Pensaba que no la querían y que la odiaban. Con esos pensamientos se quedó dormida.

    Heriberto 'era una pascua', como se dice popularmente de las personas que pasan alegres en la calle, pero amargado en su casa. Su esposa María Marta también tenía un carácter pesado y la única víctima de sus ataques de mal humor era su hija. Daba la impresión de que sobre ella descargaba sus frustraciones, o sea que ante los demás eran un matrimonio sólido y feliz, amable y muy especial.

    Cuando Heriberto llegó a su casa había varias mujeres en la sala conversando de modas con su esposa. Inesperadamente, un cuchillo silbó en el aire y se clavó en medio del gran espejo de la sala y lo hizo añicos.

    Las mujeres gritaron. Heriberto no dio crédito a sus ojos por lo sucedido y de inmediato se asomó a la ventana principal para ver quién había lanzado el cuchillo.

    En la calle no había nadie. Las mujeres se despidieron de María Marta, visiblemente asustadas. Mientras Heriberto recogía los vidrios se dio cuenta de que aquel cuchillo lo había comprado él, pero ¿quién lo habría lanzado?

    -Buenas tardes, papá -dijo la niña, que en ese momento regresaba de la escuela.

    La muchachita vio los vidrios del espejo roto y no dijo nada; sabía que la regañaban por cualquier cosa. Cuando todos se sentaron en el comedor, doña María Marta dijo:

    -Cuidadito con decirle a la gente que nosotros te castigamos. Va a ser peor para vos.

    No había

    terminado de hablar cuando los tenedores se levantaron de la mesa y se
    clavaron en la pared con tanta fuerza que la casa se estremeció.

    -¡Dios mío, esta casa está embrujada!

    Heriberto se levantó alarmado y en ese momento un plato vacío se levantó de la mesa, se le estrelló en el rostro y le causó varias heridas. De inmediato, todos salieron y llevaron al hombre a una clínica privada para curarlo. Horas después regresaron y la mujer comenzó a llamar a todos los santos del cielo.

    Llegó la noche y a las diez, cuando todos estaban dormidos, el techo de la casa comenzó a temblar y parte de él cayó estrepitosamente sobre la cama del matrimonio. }

    Ambos resultaron gravemente heridos. Una semana después, en pleno día, tiraron los platos, las cacerolas y las ollas en la cocina.

    A Marta se le ocurrió llevar a una persona que entendía de ciencias ocultas para que hiciera una investigación en la casa. Se trataba de un anciano que vivía en un pueblo cerca de Catacamas. Al llegar, el anciano preguntó:

    -¿Quién vive aquí con ustedes?

    Heriberto respondió:

    -Mi hija de ocho años.

    Acto seguido, el hombre vio los destrozos y las heridas de los asustados señores.

    -¿Verdad que ustedes son muy malos con su hija? ¿Cuál es el odio que le tienen?

    Hombre y mujer guardaron silencio y el viejo siguió hablando:

    -Han tenido suerte de estar vivos. Ustedes mismos desataron una maldición que los perseguirá hasta matarlos. Su propia hija ocasiona todo por el rencor que le tienen. Ella no sabe lo que hace, pero su subconsciente es tan poderoso que está pensando meterle fuego a la casa y acabar con todos. Voy a librarlos de los demonios que llevan dentro y cuando esa niña regrese tendrán que darle el cariño que le han negado.

    Cuando la pequeña regresó de la escuela y entró en la casa, sus padres sintieron una onda de calor: la cocina estaba tomando fuego.

    -No, hija -gritó la madre-. Te queremos mucho. Perdónanos por haber sido tan groseros contigo.

    -Sí -dijo el padre-. Nunca más volveremos a castigarte.

    Como por arte de magia, las llamas se apagaron en la cocina y los tres se abrazaron con amor. En muchos lugares del país se han visto casos como el que acaban de leer. Los niños, sin darse cuenta, cuando son despreciados provocan fenómenos sobrenaturales. La ciencia llama a eso psicorragia. A los niños nunca se les debe tratar como animales. Las consecuencias pueden ser muy graves, como en el caso de la niña de Catacamas.