En el Valle de Sula están condenados a vivir con riesgo de inundaciones
La Lima es el municipio más expuesto de la región y es el que continúa en peores condiciones luego de estragos de las tormentas Eta y Iota en 2020.
Foto: Franklin Muñoz
Dunia Mejía de La Lima se niega a abandonar su casa porque no cuenta con recursos económicos para mudarse a otra.
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San Pedro Sula
Sandra Bustillo, Dunia Mejía, María González y Carlos Majano son cuatro pobladores del valle de Sula que aún recuerdan con nostalgia aquellos tormentosos días de noviembre de 2020, cuando las tormentas Eta y Iota arrasaron con lo que hallaban a su paso, incluyendo sus pertenencias y casas.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) presentó en mayo de 2021 la última evaluación de efectos que Eta y Iota tuvieron en Honduras, donde señalaron que las pérdidas y daños totales ascendieron a más de 1,250 millones de lempiras.
El gobierno del expresidente Juan Orlando Hernández promovió en su momento un plan de reconstrucción y esperanza para miles de familias afectadas que a la fecha sigue inconcluso.
Un equipo de LA PRENSA Premium visitó varios puntos de la región asolados por los fenómenos tropicales, y dos años después de lo sucedido todavía se observaron latentes fisuras sobre la tierra, los bordos de protección lucen más débiles que antes, algunas viviendas están deshabitadas y otras con daños y marcas dejadas por el agua.
Varios pobladores se mudaron de estos municipios ante el miedo de más inundaciones, y los que quedaron, que son la mayoría, siguen porque no cuentan con recursos económicos suficientes para migrar. De hecho, ahora diversas construcciones o modificaciones de casas son de dos plantas para salvaguardar ante emergencias.
La gente ya tiene sus planes de contingencia producto de la experiencia vivida y de cierto modo se han acostumbrado a convivir con el riesgo.
Fragilidad
Pese a las millonarias e insuficientes inversiones para recuperar la zona de todos los daños ocasionados, dos años después algunos sitios siguen sin levantarse.
Expertos consultados por este rotativo aseguraron que el municipio de La Lima es el que está en peor estado y seguirá igual, salvo que se construya una represa.

Su extensión territorial es de 116 kilómetros cuadrados, tiene 13 colonias, 26 aldeas y 76 caseríos, y más de 71,900 habitantes, según el último censo de Población y Vivienda del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Dunia Mejía, residente en la colonia Villa Lima, recordó que mientras Eta y Iota inundaban su casa, ella estaba interna en una clínica de San Pedro Sula.
“Perdí todo y junto con mi familia empezamos de cero”, exclamó mientras reposaba afuera de su casa en compañía de una vecina de la tercera edad.
Delmis Cardona, coordinador del comité de emergencia de La Lima, reconoció que la recuperación ha sido lenta; pero previó que para el siguiente año se fortalecerán las líneas de protección.

“Uno de los aprendizajes es que ahora hay más prevención y conocimiento en cuanto a sistemas de alerta temprana. El día a día de la gente es estar en redes sociales para revisar la situación”, comentó.
El municipio implementó una alarma para evacuar y trabajan de la mano con telemétricas cercanas enlazadas con los ríos Ulúa y Chamelecón para guiarse y tomar decisiones.
Por su parte, el alcalde limeño Santos Laínez aceptó que su municipio quedó más vulnerable después de Eta y Iota, pero aseguró que reconstruyen bordos y limpian canales de alivio como parte de las obras de mitigación, con una inversión que supera los 100 millones de lempiras.
“Hay muchas familias que aún no regresan a sus casas porque perdieron todo y ha bajado el empleo”, lamentó el jefe edilicio.
Por otro lado, Carlos Majano y María González, de las colonias Policarpo García y Centroamericana, en El Progreso, mostraron su dolor al recordar el día que les tocó que partir de su casa porque el agua avanzaba sin freno en 2020. Coincidieron en que desde entonces viven con zozobra, pues los bordos que hay no soportan la presión del agua.
Área rural vulnerable
Ramón Rodríguez, coordinador de la oficina técnica de Gestión de Riesgos de El Progreso, al ser consultado sobre qué protocolos aplican ahora, respondió que “cada vez que se activan las alertas tempranas la población tiende a tener un pensamiento fatalista, eso nos dice que Eta y Iota no solo impactaron a nivel de infraestructura y económico, sino emocional. Cuando se dan estos fenómenos, lo primero que hacemos es comunicarnos con Copeco y Cenaos, además de monitorear las páginas del Centro Nacional de Huracanes y modelos matemáticos”.
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El funcionario agregó que luego generan la información para los tomadores de decisión, se hace la declaratoria de alerta y se ponen en marcha los equipos de respuesta.
“Aunque avisamos con suficiente tiempo, siempre la gente aguarda hasta el último momento”, destacó Rodríguez.

La mayor afectación de El Progreso es en la parte rural, compuesta por más de 40 zonas y 43,000 habitantes. Es un municipio con riqueza hídrica, tiene una topografía completamente plana y es bañado sobre un gran tramo por el río Ulúa.
José Pozas, comandante del Cuerpo de Bomberos, informó que después de Eta y Iota los ríos quedaron azolvados y la vulnerabilidad es mayor que otros años.
Ejemplificó que “antes el Ulúa tenía que llegar a cinco metros para desbordarse, hoy se comprobó que solo asciende a dos y medio y se sale por todos lados”.

Miedo constante
Por su parte, Sandra Bustillo y Gloria Ortiz declararon que vivir en Choloma ha sido una pesadilla y los ha condenado a no dormir por las noches cuando cae el invierno.
Roberto Sánchez, coordinador del comité de emergencia municipal, aseguró que ahora están más preparados y cuentan con unos 70 albergues y vehículos para socorrer a afectados.
A dos años de Eta y Iota indicó que unas 50,000 personas de los bajos, sectores norte y sur siguen en riesgo; sin embargo, añadió que cuentan con el apoyo de bomberos, militares y otras instituciones para el monitoreo de ríos y traslados.
Choloma es el tercer municipio más poblado de Honduras y es de los más perjudicados durante las fuertes lluvias.

Alertas: usan sirenas, radioparlantes, chats, redes sociales, telemétricas y pluviómetros
San Pedro Sula. Equipos de respuesta han modificado las acciones ante inundaciones registradas en el valle de Sula.
Solo La Lima cuenta con una sirena que suena para evacuar a sus pobladores, mientras que Villanueva diseñó un mapa de puntos de riesgo tras labores de identificación y se apoyan de una estación telemétrica situada en Chinda, Santa Bárbara.
Ahí además tienen un pluviómetro que mide la crecida de los ríos y realizan inspección visual para analizar los caudales.
Mientras que en Potrerillos, San Pedro Sula, Villanueva, Tela, Puerto Cortés, Choloma, Omoa, San Manuel, Santa Cruz de Yojoa y San Francisco de Yojoa, en Cortés, así como en El Progreso, El Negrito, en Yoro, y en Petoa, Santa Bárbara, pese a no contar con sirenas, al igual que el resto del valle aprovechan la tecnología enviando avisos en WhatsApp y páginas oficiales de las alcaldías.
También monitorean el comportamiento de ríos y dan reportes a través de radioparlantes de vehículos de los bomberos y Cruz Roja.
De igual manera desarrollan reuniones entre las comisiones para implementar estrategias de rescate y primeros auxilios, aparte de fluir comunicaciones con Copeco.