“No me van a volver a ver”, dijo Keiry Gricel a vecinos dos días antes de morir
Keiry Gricel García, aficionada del Real España, murió de un disparo en la yugular el pasado 2 de febrero durante una pelea de barras en el estadio Olímpico de San Pedro Sula.
16/03/2023- 1 / 20
La estudiante Keiry Gricel García Baide (de 14) murió en tan solo minutos luego de recibir un disparo en la yugular el pasado 2 de febrero, cuando estaba con su padre en el estadio Olímpico Metropolitano.
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A más de un mes de su muerte pareciera que en el coloso deportivo la noticia fue efímera, todo siguió su curso, la gente continúa mirando los espectáculos sin la lección aprendida.
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Aficionados siguen gritando eufóricamente los goles, la Liga Nacional aún no fortalece los anillos de seguridad por pleitos de las barras y ninguno de los dos equipos deportivos de la ciudad (Marathón-Real España) fue capaz de rendir tributo a una de las aficionadas jóvenes más devotas de este deporte.
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Su madre Glenda Gricel Baide abrió las puertas de su casa y habló con LA PRENSA Premium sobre cómo era en vida su amada hija y los últimos momentos registrados previo a la tragedia en el encuentro de fútbol, noticia que consternó a gran parte del país por las circunstancias en que sucedió todo.
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Keiry era una niña sociable y contagiaba a todos con su alegría. El 13 de junio cumpliría 15 años; aunque su presencia física desapareció, como familia planean realizarle una celebración póstuma.
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“No me van a volver a ver”, exclamó varias veces y en forma de presagio a sus vecinos dos días antes de su deceso, según contó su mamá al inicio de la entrevista.
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La joven se alistaba para entrar la próxima semana a tercero de ciclo común en un colegio de Ciudad Nueva, del sector Pradera, contó su madre.
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Era una niña extremadamente apegada a su papá Jayro García, a quien desde pequeña le inculcó el amor por el fútbol. Jayro estuvo en las reservas del Real España y se convirtió en un asiduo seguidor del club.
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“A Keiry siempre la cuidamos, le enseñamos cómo trabajar a través del negocio propio y ganarse el dinero honestamente, incluso dejó una alcancía donde ahorraba para comprar un celular.
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Soñaba con ser azafata para volar o ser artista, y hasta aseguraba que iba a ser famosa como la cantante Karol G (su favorita), pero sus padres anhelábamos que estudiara Medicina, por lo que pensábamos enviarla a una universidad de Costa Rica”, recordó Glenda mientras la invadían el brillo y la nostalgia.
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Era un jueves y, como de costumbre, Glenda dejó a otra de sus hijas en la escuela, mientras que Keiry la acompañó al negocio. En horas de la tarde de ese día llegaron Jayro y un amigo suyo, contemplaban inicialmente salir a cenar en familia, sin embargo, Glenda se arrepintió a último momento porque estaba agotada y optó por mirar una película en casa.
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Jayro decidió irse a comer junto a sus hijos Noha (de 2) y Keiry. Alrededor de las 6:00 pm, Glenda recibió una videollamada donde Jayro le pedía tranquilidad por Noha.
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“Aquí va el niño mirá, él está alegre; pero no se qué ocurrió en el camino que optaron por volver donde mi papá y lo dejaron en casa, ya que está cerca del estadio. Cuando salieron de la vivienda Keiry le empezó a decir al papá: ´Papi, vamos al estadio, quiero ir a ver al España, vamos al estadio´, ante la insistencia de la niña decidieron ir al Olímpico”, recordó Glenda.
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La acongojada mujer continuó relatando que la otra llamada que recibió fue a las 7:45 pm, estaban por ingresar al estadio. Jayro le comentó entre bullicio de fondo que había “relajo” adentro y que la Policía no dejaba entrar a nadie de la fila, por lo que les solicitó regresasen a su casa, pero allí comenzó la verdadera pesadilla.
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El lente de LA PRENSA Premium acompañó a su familia al camposanto, donde todos los domingos visitan su tumba y le llevan arreglos florales como una forma de recordar a la maravillosa niña que fue.
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“La última llamada que recibí fue como a las 8:30 pm y fue desde el hospital. Jayro me llamó llorando y me dijo: ´¡Amor, me mataron a la niña...!´”, externó Glenda mientras se quebrara en lágrimas al rememorar las estremecedoras palabras de su esposo.
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De acuerdo con la versión de la madre de Keiry, tanto Jayro como la pequeña iban hacia donde habían estacionado el carro y justo en el portón de salida estaba un grupo de personas, uno de ello preguntó si eran españolistas, a lo que él asintió que sí con la cabeza.
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En ese instante se escucharon unas detonaciones, por lo que Jayro no escatimó esfuerzos para extender sus brazos sobre Keiry buscando protegerla a través de un inmenso abrazo y colocando su cuerpo por encima de todo, pero de repente la inocente niña lo tocó y le exclamó con voz entrecortada: “Papi...”, le mostraba con sus dedos cómo desangraba su cuello.
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El disparo cayó de la nada sobre la humanidad de la menor, sin que el cuerpo de Jayro lograra blindarla de la bala, ni siquiera se dio cuenta. Inmediatamente, el hombre cargado de dolor e impotencia y su amigo emprendieron marcha en veloz carrera y con la puerta abierta rumbo a una clínica de la ciudad, pero ya era demasiado tarde, el corazón de Keiry había dejado de palpitar.
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