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Ojo al Presupuesto

  • 15 septiembre 2019 /

Del Ejecutivo, cada una de sus secretarías, hay que decir lo mismo y aplicar la sabiduría popular de arroparse con la cobija hasta dónde dé, pues está a punto de romperse de tanto estirar.

    Las primeras reacciones a la presentación del anteproyecto del Presupuesto para el próximo ejercicio fiscal han generado oposición en algunos de los sectores pues de sus ingresos, vías impuestos, aranceles, contribuciones y otras rutas, internas y externas se hacen las cuentas del Estado con previsiones casi nunca compartidas que, como enseña la experiencia, terminan en una mayor acumulación de déficit, muy alto ya, enfilado hacia una deuda externa que hace recordar, por su cantidad, la condonación pasada como algo de hace siglos y no han transcurrido dos décadas.

    Pero volvamos a las cuentas enviadas al Congreso cuyos miembros deben ver con lupa las cantidades, su destino y la posibilidad y necesidad del rendimiento de cuenta, pues no hay liquidación o se hace entre amigos y ya se gasta mucho de lo que no se tiene. Eso de la austeridad no se halla en la agenda pública. Constituiría un hito histórico y motivo para levantar monumentos, que al final del período hubiese “sobrante” real. Las cifras del Poder Legislativo se ciñeron a salarios, los viáticos y complementos, “sui géneris”, fueron mínimos, a equipo y su mantenimiento. Las extras, por declaratoria de austeridad, quedaron congeladas. ¡Ilusos!

    Del Ejecutivo, cada una de sus secretarías, hay que decir lo mismo y aplicar la sabiduría popular de arroparse con la cobija hasta dónde dé, pues está a punto de romperse de tanto estirar. La visión interna sobre la economía ha experimentado una pequeña caída para el ámbito oficial, cuyos funcionarios están enterados del preaviso, llámese temor de recesión en la economía mundial no solo por la guerra comercial, sino por el fin de uno de los más largos periodos de crecimiento. Y si las grandes economías van aliviando las cargas para mitigar la contracción, en nuestro país la dirección parece ser la contraria, aumento en el gasto con cargo a la ya alta deuda interna y a los créditos internacionales. ¿Quién prestará a un deudor hasta el cuello?

    Una cosa es pedir y otra conceder lo que se pide. Aquí es donde debiera haber un debate a la luz del día, atrás deben haber quedado las sesiones de madrugada, y si el fuerte de muchos parlamentarios no es la economía ni las finanzas públicas que escuchen y piensen en las generaciones venideras con recursos del Estado hipotecados por décadas sin que el sacrificio que les obligamos a hacer se vea compensado en obras de infraestructura, en salud con cobertura universal, centros educativos y viviendas. Sujetarse a lo disponible y “sujetar” a los derrochadores, “lo que no cuesta se hace fiesta”, y a los corruptos es buena señal y si además se incentiva la creación de empleo, la expansión económica, no deudas, será la mayor fuente de recursos del presupuesto.