26/04/2024
12:56 AM

Economía y política

    Claro está que el fin primordial de todo gobierno es el de lograr, y garantizar, el bienestar de la ciudadanía que le ha confiado su destino. De ahí que todo su accionar debe propender a lograr ese cometido. Y no solo se trata del bienestar físico sino también del psicológico y del espiritual.

    Para lograr unos niveles de vida dignos de la persona humana, el fortalecimiento del músculo económico del país es fundamental. Es indispensable potenciar el aparato productivo para que produzca riqueza, en un marco de justicia y de respeto a aquellos que hacen posible que lo anterior suceda.

    Ahora bien, la visión de las distintas corrientes de pensamiento difieren respecto a cómo lograr que se produzca riqueza y que esta sea suficiente para satisfacer las necesidades básicas de la población. Por eso, a lo largo de la historia económica de la humanidad han aparecido distintas propuestas para lograrlo. Todas ellas tienen buenas intenciones, pero no todas han dado los frutos que se esperaban, o han resultado adecuadas en una coyuntura e inútiles en otras.

    En el caso de Honduras, hemos vivido a merced de corrientes de pensamiento económico que se han puesto de moda en determinado momento o de los condicionamientos marcados por las grandes entidades crediticias mundiales, que usualmente, nos han sentado la pauta y definido la ruta en estos asuntos.

    El tema es tan importante, y delicado, que debe ser tratado con el cuidado indispensable y evitar, por todos los medios, las improvisaciones.

    Por supuesto que la política, como actividad que facilita el acceso al poder, no puede estar ausente de estas esferas de la vida social, pero, en ningún momento, puede ser el elemento decisivo a la hora de definir un modelo económico o unas estrategias para producir y distribuir riqueza.

    Es más, lo más inteligente, y lo que más conviene, es lograr que los planes de gobierno en el aspecto económico sean diseñados y ejecutados por expertos en las ciencias económicas y no permitir que los políticos, que nada saben de economía, metan sus manos en cosa tan delicada.

    Jugar a la política en asuntos económicos resulta irresponsable y puede resultar desastroso para cualquier país. Hay ejemplos claros en la región, tal vez el más triste sea el de Venezuela.

    Un país rico en recursos, sobre todo petróleo, pero administrado por políticos de oficio, que han tomado decisiones sobre asuntos que desconocen, que han nacionalizado empresas que luego no saben cómo administrar, mientras la población sufre un rápido proceso de depauperación y, muchas veces, prefiere emigrar antes que ver su nivel de vida previo en franco deterioro.

    Y es que los países no se desarrollan producto de los eslóganes sino del trabajo de todos.