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Atizando el fuego

  • 27 marzo 2019 /

La casi permanente situación de guerra en la zona no necesita nuevas razones para atizar el fuego.

    El anuncio del traslado de las embajadas de Honduras y Rumanía de Tel Aviv a Jerusalén ha provocado que la Liga Árabe se pronuncie y señale que tal decisión seguramente incidirá negativamente en las relaciones entre los dos primeros Estados y los que forman parte de la Liga. Y es lógico, independientemente de las presiones que uno o varios países reciban para la toma de una decisión de esa naturaleza, es necesario que antes se haga una evaluación de los antecedentes históricos y los derechos originales no solo del pueblo judío, sino también del pueblo palestino.

    No se puede olvidar que cuando se crea el Estado de Israel, las Naciones Unidas, en previsión de los posibles conflictos que podrían generarse en el futuro por el estatus de Jerusalén, hizo que el nuevo Estado se comprometiera a instalar la sede de su Gobierno, y de las representaciones diplomáticas que luego se acreditarían, en Tel Aviv. Por esa razón, todos los países que luego establecieron relaciones de Estado a Estado con Israel se instalaron en esa ciudad costera. Y aunque esa sensata decisión no solventaba el multisecular conflicto entre israelíes y palestinos, por lo menos restaba elementos para profundizarlo.

    La casi permanente situación de guerra en la zona no necesita nuevas razones para atizar el fuego. El Gobierno de Honduras, así como el del resto de las naciones del mundo, debe entender que en el Medio Oriente solo habrá paz duradera cuando se reconozca el derecho de existir al Estado palestino, no es ignorando la existencia de miles de seres humanos que ya vivían en esas tierras antes de 1948 y que, a pesar de todos los pesares, se han autogobernado y tienen una cultura propia que sobrevendrá la paz.

    Los esfuerzos que la Autoridad Palestina ha realizado a lo largo de los años para lograr la armonía han sido notables, pero no puede cederse la soberanía total sobre una ciudad, Jerusalén, que, en estricta justicia, es patrimonio, por igual, de judíos y palestinos. La diáspora de palestinos, sobre todo cristianos, a causa de la violencia en sus territorios, ha sido numerosísima.

    Muchos países, Honduras incluida, se han beneficiado del carácter laborioso y emprendedor de esta gente, y los que se han quedado, cristianos y musulmanes, han sufrido aislamiento y discriminación durante décadas. Por lo anterior, la Liga Árabe no podía quedarse callada y manifestó su malestar por los anuncios de traslado de embajadas. Hasta hoy, el hecho no se ha consumado. Ojalá que, como lo hizo Paraguay en su momento, haya una honrosa rectificación por nuestra parte.