Esta modalidad de violencia incluye la violación, incesto, intento de violación, manoseo, actos lujuriosos, proxenetismo y estupro, frecuentemente por parte de familiares y amistades, siendo los lugares más peligrosos su vivienda, la de sus familiares y amistades. Casi ningún lugar es seguro para las víctimas. Por lo general no se reportan estos hechos, quedando en la total impunidad, sea por miedo, vergüenza o ignorancia, al punto de culpar a la víctima por lo ocurrido, acusándola de mentirosa, obligándola a callarse, con ello protegiendo al agresor.
Son múltiples los factores que contribuyen a tales conductas patológicas: la visión que en general tienen los adultos acerca de los menores de edad y la forma en que se relacionan con ellos, haciendo uso del poder, entendido como dominación sobre los más débiles en razón de su edad; la forma en que se relacionan los hombres como un ejercicio de poder patriarcal sobre las mujeres, por razones de género.
Otras relaciones de dominación y desigualdad por razones de etnia, clase y estrato social; la pobreza, inseguridad y violencia generalizadas; la situación de desprotección jurídica, institucional y social de la niñez conducente a la ausencia de sanciones legales. La inexistente o muy poca educación de las familias en materia de sexualidad y la formación adecuada e integral de sus hijas e hijos.
El trauma provocado por el abuso sexual marca a las víctimas de por vida, tornándolos desconfiados, temerosos y/o agresivos, con la posibilidad de que al convertirse en adultos repitan estas conductas, reproduciendo lo que ellos vivieron en su temprana edad. También las familias son afectadas después del abuso, con sentimientos de culpa, humillación, frustración, impotencia y odio.
Embarazos no deseados, abortos, prostitución, enfermedades de transmisión sexual, madres solteras, ingreso a bandas delincuenciales, trastornos mentales y drogadicción son algunas de las consecuencias para las víctimas y la sociedad.
La denuncia inmediata, divulgación de qué hacer ante un caso específico de abuso y explotación sexual de niñas, niños, adolescentes, deben incorporarse en los programas educativos para adultos y estudiantes. Estos deben recibir información veraz y gradual, de acuerdo con su edad, acerca de su cuerpo y sexualidad y la de otros niños y adultos, y los mecanismos para prevenir y defenderse de abusos, enfatizando sus derechos como seres humanos y el respeto hacia los demás niños. Los procesos educativos deben ir mas allá de transmisión de conocimientos, deben incluir formación en valores éticos y morales. Los medios de comunicación debemos abstenernos de exaltar y glorificar actos de violencia, por el contrario, repudiándolos por lo que son: acciones delictivas acreedoras a sanciones penales.