27/04/2024
09:48 AM

Santidad humilde

Los “nuevos pelagianos” se manifiestan en “la obsesión por la ley, la fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas, la ostentación en el cuidado de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, la vanagloria ligada a la gestión de asuntos prácticos”. ¿Está atacando el Papa, como ya han dicho algunos comentaristas, a los que le llaman hereje o le acusan de estar sembrando deliberadamente confusión en lugar de poner claridad? ¿Mientras ellos le acusan de una cosa, él los acusa de otra?

Es imposible conocer las intenciones del Santo Padre, más allá de lo que se ve, por eso es importante centrarse en las enseñanzas del Pontífice y no caer en elucubraciones. Él cumple con su deber señalando errores y peligros. Lo que hay que hacer es un examen de conciencia para detectar si se está cayendo en alguno de ellos y, si es así, si se está pecando de soberbia, pues se considera uno superior a los demás debido a que tiene más conocimientos o más vida piadosa, hay que volver a la senda de la humildad que han transitado todos los santos. A veces, ciertamente, se percibe en algunos miembros de grupos y movimientos ese aire de superioridad que huele al azufre del demonio, pero no solo entre los que defienden la ortodoxia, sino también entre aquellos que se sienten superiores.

El Papa está proponiendo un modelo de santidad que, sin despreciar la oración, pone el acento en la caridad hacia los necesitados, incluidos los emigrantes. Dice que está bien defender la vida del no nacido, pero que también hay que defender el derecho del que ya ha nacido a llevar una vida digna. No puedo estar más de acuerdo. Es muy importante acoger esa llamada de Dios que nos llega a través del Pontífice y, sobre todo, confiar en la misericordia divina y seguir adelante haciendo, como aconsejaba san Agustín, todo lo que se pueda y pidiendo lo que no se pueda.