28/04/2024
12:29 PM

Richardson en Tegucigalpa

Juan Ramón Martínez

La escala de los F-18 en Palmerola, la suspensión de los impedimentos para la mejora de los aviones militares y la visita de Laura Richardson a Tegucigalpa, donde se reunió con el alto mando militar y con la presidenta Castro, no son eventos accidentales. Nada lo es realmente en la vida. Todo tiene una causa y produce resultados. Lo milagroso o accidental es algo que todavía no nos explicamos. Pero ello no es una explicación, todo lo contrario, es una tarea incumplida.

La ruptura de relaciones diplomáticas con Taiwán, el acercamiento a China, son acciones que afectan, de alguna manera, nuestra cercanía tradicional con Estados Unidos. Pero el cambio de aliado no se produce de la noche a la mañana. Y en este caso, fuera de esta consideración, está el hecho que Estados Unidos sigue pesando, con mucha fuerza, en la vida cultural, política y económica de Honduras. Estados Unidos es el principal socio comercial y sus mercados reciben la mayoría de nuestras exportaciones. Nuestra oferta tiene mayor demanda del país del norte que de parte de China. De forma que la cercanía, que han exagerado sus posibilidades con mucha ingenuidad, ofrece si se le quita la dosis de infantilidad que caracteriza nuestro liderazgo, una valiosa oportunidad para que Honduras pueda ampliarse al mundo. Incluso para hacer entender a Estados Unidos sobre la importancia suya y de los hondureños, en la defensa de sus intereses frente el crecimiento y la fuerza de China que busca posicionarse como la primera potencia mundial. Esto es obvio para los analistas estadounidenses. Difícil, de entender por parte de los rencorosos estrategas hondureños, interesados en disimular su dependencia emocional, por medio de un discurso anti capitalista.

Por ello, es evidente que la visita de Laura Richardson, tiene como finalidad hacer entender a los militares que en China no tienen oportunidades. Que las opciones para garantizar la capacidad de Honduras para defender su soberanía están en Washington. Y como no quieren hacer promesas como los chinos, -expertos en hacer soñar a los inocentes-, han llegado con propuestas concretas: suspensión de la prohibición para compartir información sobre radares, repuestos para reparar aviones, entrenamiento para oficiales y compra de dos barcos para proteger nuestro flanco en el Pacífico. Claro, todo ofrecimiento tiene una inevitable contraposición que los oficiales más inteligentes de las Fuerzas Armadas tienen que entender: limites, para separar la independencia de los militares con respecto al proyecto político que impulsa Manuel Zelaya; y que empuja a Honduras de una dependencia a la otra.

La clase política, muy poco informada -porque no ha creado redes informativas como se supone- tiene que entender que es necesario que ella participe en el diálogo con Washington, porque la defensa de Honduras y la protección de sus intereses requieren que la alianza con los militares, se traduzca en una alianza con los políticos democráticos. Porque hay que comprender que la defensa de Honduras no puede estar en las manos exclusivamente de sus militares, porque ello es muy arriesgado como lo confirman los ejemplos de Cuba, Nicaragua y Venezuela; sino que en el liderazgo de sus instituciones civiles: partidos, políticos, dirigentes cívicos, empresarios, burócratas y promotores culturales. De forma que cuando nos visiten funcionarios civiles de Estados Unidos, no solo se reúnan con los funcionarios y dirigentes gubernamentales, sino que también con los líderes de la oposición, como debe ser. Al fin y al cabo, la representatividad hondureña no está en las manos de los militares, sino que en sus líderes civiles. Deben entender que Honduras somos todos, no solo los titulares del Ejecutivo. O militares.

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