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Religión, Biblia y escuelas

  • 03 noviembre 2021 /

La introducción de la lectura de la Biblia en las escuelas ha provocado controversias. Se ha argumentado que significaría una contradicción con el carácter laico del Estado, que desde 1957 incorporó el concepto de la libertad de cultos y la laicidad. En sentido contrario, asimilando moral y religión, se invoca el comportamiento de los hondureños que, en los últimos tiempos, han irrespetado la vida humana –como nunca antes— y se cree, especialmente desde el lado protestante que, en la Biblia y su lectura se encuentran las soluciones.

El fenómeno de la agresividad criminal de unos en contra de sus compatriotas no se ha vinculado con la falta de una moral pública y mucho menos con la supresión de la asignatura de Moral y Cívica que Pineda Ponce, ingenuamente, creyó que todos los profesores, al margen de la asignatura, enseñarían valores y los incorporarían en el comportamiento colectivo.

Y, finalmente la propuesta tiene su base en el crecimiento de los protestantes en Honduras y su vinculación con el Poder Ejecutivo, especialmente, que les hace creer que entre su prédica, basada en una versión particular de la Biblia en la que se enfatizan las prácticas lineales de sus contenidos y la conducta irregular de algunos hondureños, hay una relación inversa: que los que no “han aceptado a Cristo” son los delincuentes y que los católicos son los que están encerrados en las cárceles. Pero los protestantes no tienen unicidad, sino que más bien una tendencia hacia la dispersión y la creación celular de “iglesias”. Por ello, un grupo ha protestado por el uso de los temas religiosos en la campaña electoral.

Y sin aportar argumentos de gran peso, pero acertando por mera intuición, defienden que asuntos como el aborto, la lectura de la Biblia y otros relacionados, no deben ser usados en la campaña.

Los católicos – que “hablamos” por medio de la Conferencia Episcopal—no se han referido puntualmente al asunto. Por ello, como católico creemos que hay que agregar a la discusión, sin recurrir a argumentos teológicos, aspectos prácticos de la iniciativa. Amigos católicos me han escrito diciendo, ¿cuál será la Biblia que se leerá? Cuando la madre católica quiera llevar a su hija a la iglesia el domingo, qué hará cuando en la escuela le hayan enseñado que el día del Señor es el sábado. Y, lo que me parece más interesante, cómo se comportarán los profesores que no tienen religión, que se creen marxistas. Escogerán las tesis de Marx sobre Foerbach o mecánicamente leerán la Biblia y procederán a su crítica, explicando a los alumnos que se trata de un relato fantástico, “la gran novela de la vida”; pero sin ningún valor para la conducta humana, en vista que la historia es simplemente, “la lucha entre las clases sociales”. Y los más inteligentes, que los hay, insistirán que la moral no se enseña porque es en el hogar, no en la escuela, en donde se construyen las escalas de valores que norman el comportamiento en el interior de la sociedad.

En conclusión, nos pronunciamos – por razones jurídicas y prácticas, fundamentalmente –en contra de la lectura de la Biblia en las escuelas. No hará bien para la moralización que se busca. Y para evitar que se ahonden las diferencias entre católicos y protestantes y volvamos al pasado en que la prédica anticatólica se basaba en la descalificación sacerdotal. Proponiendo más bien, el reforzamiento de la familia, porque si hay una crisis en la sociedad, que nadie puede dudar, tiene su base en la falta de la familia y la ausencia paterna por la crisis de la sociedad en general.