Realmente conmociona. Es casi imposible ver las imágenes de la más reciente caravana multitudinaria de migrantes que van rumbo al norte y no sentir tristeza por las historias que representan. Abandonar la patria, por el motivo que sea, debe ser una decisión muy difícil.
Hay multiplicidad de situaciones que pueden llevar a una persona a tomar la dura decisión de arriesgarse en tremenda travesía, de adentrarse por un camino que puede llevar al abuso de todo tipo e incluso conducir a la muerte.
El éxodo, que al parecer no cede, nos debe llevar a pensar en las necesidades apremiantes que hay que atender, para poder incidir de alguna manera en las principales causas expulsoras de personas.
En el caso de Honduras, la pobreza y las malas condiciones de vida que son parte de ella, la inseguridad alimentaria, la falta de oportunidades de empleo, la violencia ciudadana y la escasez de señales de cambio a corto y mediano plazo son solamente algunos de esos grandes motivos.
Las oportunidades de empleo y autoempleo, que se relacionan con el emprendimiento, adquieren una relevancia mayor en este contexto, no solamente en el sector urbano, sino también en el rural.
El Consejo Hondureño de la Empresa Privada (Cohep) había estimado, antes de la pandemia, que la cantidad de jóvenes que no estudian ni trabajan era de aproximadamente 800 mil personas. Con la pandemia ese número seguramente creció. ¿Qué futuro pueden esperar estos jóvenes?
En este contexto es urgente articular esfuerzos entre todos los sectores para brindar propuestas a esta juventud en riesgo que se encuentra en edad productiva y que son indispensables para sacar al país adelante.
La situación parece ser todavía más apremiante si observamos el contexto internacional en el que se prevé una “ola de hambre y de miseria sin precedentes” como lo advirtió hace pocos días el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres.
La guerra entre Rusia y Ucrania ha traído consigo efectos muy negativos para la economía mundial, no solamente en los precios de los combustibles y en la inflación global, sino también en la escasez de fertilizantes para los cultivos, para el mundo entero, considerando que ambos países en conflicto son productores de ellos.
La crisis anunciada podría tener un impacto devastador en poblaciones que ya se encuentran vulnerables, enfatizando aún más las desigualdades, no solamente este año, también en 2023.
Sumado a lo anterior, se espera que en el presente año tengamos una temporada de huracanes muy activa. El cambio climático es una realidad y las capacidades para enfrentarlo incluyen las obras de prevención y mitigación, pero sin duda van mucho más allá de eso, pasando por la sensibilización sobre el tema.
El panorama que tenemos es desafiante y para enfrentarlo se requiere del trabajo urgente de todos los sectores, cada quien haciendo lo que corresponde desde el propio sector donde se encuentra.
Debemos pasar de la alerta, que también ha sido elevada por el Cohep, al desarrollo de un plan que permita enfrentar lo que viene. La generación de oportunidades laborales, la atención urgente a los productores del agro, son quizás las que ocuparían los primeros lugares, pues el trabajo abre las puertas al desarrollo sostenible.
El apoyo de la cooperación internacional para el desarrollo es vital, tanto como es indispensable el involucramiento de todos los sectores a los programas y proyectos que deben ser priorizados en la agenda de país. Es tiempo de recuperar la conciencia que estaba activa en lo más álgido de la pandemia, cuando parecíamos reconocer que tenemos un futuro colectivo. Ojalá pronto veamos acciones encaminadas a buscar soluciones a los grandes temas, sin demora.