Además, para millones de mexicanos no habría nada más preocupante y amenazante que saber que militares estadounidenses estarían actuando en México bajo las órdenes de un impredecible presidente como Donald Trump (que ha hecho comentarios racistas contra inmigrantes mexicanos).
Este tema surge, por supuesto, tras el brutal asesinato de seis niños y tres mujeres estadounidenses en Sonora, México, todos miembros de la familia LeBarón. Poco después, la familia le pidió al presidente de EE UU que designara a los narcotraficantes mexicanos como grupos terroristas, y Trump, en una entrevista, dijo que lo haría. Las posibles consecuencias serían enormes, desde sanciones contra México, aranceles y certificaciones anuales hasta una mayor militarización de la frontera y más retrasos en la aprobación del nuevo tratado de libre comercio. Pero la principal preocupación de México es que soldados o agentes estadounidenses operarán dentro de territorio mexicano.
En una llamada telefónica, Trump le ofreció al presidente de México ayudarlo en lo que necesitara, según relató en una conferencia de prensa el propio Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, Trump no conoce a AMLO y se va a quedar esperando. López Obrador jamás permitiría la presencia de tropas de Trump en México; hay mucha historia. En todas las escuelas mexicanas se enseña cómo México perdió la mitad de su territorio ante Estados Unidos en 1848, y esa sigue siendo una herida abierta. La última vez que hubo tropas extranjeras en México fue en 1914 (durante la ocupación estadounidense de Veracruz).
Así que olvídense de enviar soldados o agentes de operaciones especiales al sur, pero si Estados Unidos de verdad quiere ayudar a México en la lucha contra los narcotraficantes podría hacer dos cosas muy importantes: la primera es controlar el flujo de armas de Estados Unidos hacia México; la segunda, reducir el número de estadounidenses que consumen drogas.
Ninguna de las dos cosas serían fáciles ni políticamente viables. De las 106,000 pistolas recobradas en México en investigaciones criminales de 2011 a 2016, el 70 por ciento fueron compradas legalmente en Estados Unidos, según publicó recientemente el Center for American Progress. Y no veo al Congreso en Washington haciendo nada al respecto.Estados Unidos también podría ayudar mucho a México si redujera el número de personas que consumen drogas.
Los carteles mexicanos sirven las órdenes de los consumidores estadounidenses. Más de 11 millones de estadounidenses abusaron de los opioides en 2017, según una encuesta nacional de salud. Además, 5.9 millones usaron cocaína y más de 40 millones fumaron marihuana. Se trata de un gigantesco mercado de drogas que explotan diariamente los narcos mexicanos y que no se reducirá a corto plazo. López Obrador ha cuidado muchísimo su relación con Trump, sin embargo, la imagen de su presidencia se resquebrajaría si aceptara tropas o agentes estadounidenses en su territorio, así que su mejor apuesta es aguantar la presión de Estados Unidos y esperar un cambio en las elecciones de 2020.
Pero eso no resuelve el gravísimo problema de la narcoviolencia en México. AMLO debe reconocer, con mucha humildad, que su estrategia anticrimen -“abrazos, no balazos”- no ha funcionado y que tiene que hacer algo urgente. La Guardia Nacional, en lugar de detener inmigrantes centroamericanos, debería concentrarse en rescatar las ciudades y carreteras más peligrosas. México está a punto de registrar el año más violento de su historia moderna: ya van más de 28,000 muertos de enero a octubre. Si el presidente de México no corrige ahora, todo su sexenio podría estar marcado de sangre, secuestros y feminicidios.
El evidente orgullo nacional mexicano de tener a un líder que se opone vehementemente a una intervención extranjera podría ser menoscabado si fracasa en su intento de reducir el crimen y controlar a los narcos.Decirle no a las tropas de Trump es un buen primer paso de AMLO, ahora falta todo lo demás.