27/04/2024
12:50 AM

Indefensos ante la tormenta “Luis”

Juan Ramón Martínez

No hay información completa de los huracanes y tormentas que han afectado a Honduras. Las que más se recuerdan son: la de 1906, las “llenas” de 1935 y 1936, las inundaciones de la costa norte de 1954 y 55, el Fifí, la tormenta Francelia y el Mitch, que afectó la infraestructura, y que es el primero en el que se involucra cinematográficamente un gobernante nacional. Todas, o la mayoría, ocurrieron en septiembre, octubre y noviembre, los meses de mayor precipitación pluvial. Meses de nuestras desgracias.

En política, octubre ha sido un mes de desgracias sin par. Aunque el primer registro es muy positivo. En 1954 se efectuaron elecciones, relativamente libres que, igual que en otras oportunidades, concluyeron -desgraciadamente- con la ruptura del orden constitucional de diciembre de 1954. Después, López Arellano nos infirió la puñalada trapera más dolorosa de la historia a Honduras al derribar al gobierno de Villeda Morales, como el único medio para impedir el triunfo de Modesto Rodas Alvarado. Los militares, como institución profesional de los hombres de armas, irrumpieron en la vida política, formados y preparados con la cooperación de Estados Unidos. Convertidos entonces, en partido político.

Ahora, en octubre las lluvias han sido menores; pero las desgracias políticas, mayores. La tormenta “Luis”, se ha estacionado sobre Honduras. Haciendo las tareas sucias de los grupos familiares que se imaginan dueños del país, irrespetando la ley e imponiéndonos sus caprichos rencorosos, volviéndonos impotentes a todos que no sabemos qué hacer. Se ha erigido en presidente del Congreso, sin respetar la ley, y ahora, como los vientos y las lluvias incontrolables, elige a fiscales fuera de la ley, irrespetando a los diputados a los que les niega el ingreso al edificio legislativo, con complicidad de la policía y el silencio infame de las Fuerzas Armadas.

Mañana nombrará a los nuevos jefes militares.

Desde en tiempo de Reina se cometió el error de “desarmar” a los militares, degradándoles al papel de burócratas interesados que no hubiera guerra alguna; y que, pasado el tiempo, poder vivir golosamente de sus pensiones. Les limamos los colmillos. Se volvieron aves histéricas; y les empujamos a luchar por ascensos superiores, sin méritos, solo doblando las rodillas, al servicio de los políticos. Por ello, los políticos, que antes les temían, ahora no les dispensan respeto alguno. Y ante la tormenta “Luis”, que destruye todo, derriba instituciones; y, hace pedazos los puentes que permitían el manejo de las diferencias entre todos, se cruzan de brazos. Los pronosticadores anuncian que, a 100 años de la guerra civil de 1924, nos acercamos otra vez a una crisis como la que nos afectó, en forma que nunca antes se había visto en la historia. Entonces, los generales enemigos del gobierno se echaron el fusil al hombro e iniciaron el cerco sobre Tegucigalpa. Ahora, hablan como políticos y esconden sus temores para defender con las armas en las manos, sus intereses y compromisos. En 1969, los salvadoreños soltaban gallinas a los militares frente a sus cuarteles, cuando no defendían a los compatriotas suyos que eran perseguidos por las turbas de López Arellano, en Honduras.

Frente al Mitch, tuvimos a Carlos Flores que lo hizo tarima de su realización cinematográfica. Atrajo la compasión internacional e hizo de la tragedia acuática una oportunidad para que nos perdonaran las deudas. Y reconstruyó al país. Ahora, no hay quién nos ayude. Ni los militares, ni los policías y menos los políticos tienen el carácter para ponerse de pie y enfrentar a la tormenta “Luis”; y menos al dios olanchano, vengativo y rencoroso, que destruye nuestras vidas. Flores está “distraído”. Jugando con “Winston”.

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