15/04/2024
12:48 AM

Las 2 horas 15 de carnicería social

Está claro que una de las industrias más presionadas a reenfocar sus planteamientos en esta nueva era es la periodística.

Arturo Nolasco

San Pedro Sula, Honduras

Partiendo de los filipinos que deambulan en las redes sociales un promedio de 4 horas con 15 minutos al día y pasando por Colombia, Brasil, Sudáfrica, México, Turquía, Portugal, Estados Unidos, España, Alemania, hasta llegar a Japón, donde sus ciudadanos dedican solo 51 minutos cada 24 horas al surrealismo, se calcula que el promedio de horas donde nos citamos al fascinante agujero negro de la hipnotización, es de 2 horas con 25 minutos por cada uno de nuestros días dentro de la atarraya social.

Y no es que sea malo en su totalidad, al contrario, es espectacular para quienes capitalizan en honorarios el menú para aquellos que no pueden vivir sin el chambre del qué dijo y ahora qué dirá.

Está claro que una de las industrias más presionadas a reenfocar sus planteamientos en esta nueva era es la periodística, no porque haya fallado o lo esté haciendo mal en su inalterable orden de informar con responsabilidad, sino porque el boom de las redes sociales facilitó a las personas el cruce de la frontera de lo objetivo a lo subjetivo durante dos 2 horas y 15 minutos diarios para adentrarlas a un mundo indoloro, donde solo existe gozo, diversión y manipulación.

En los últimos meses he visto con mayor empeño cómo en Honduras muchos personajes y personalidades, más allá de ayudar a los ciudadanos a salir de ese drogadicto surrealismo, se han planeado como objetivo principal hundir más a sus connacionales en la industria de la especulación y del descrédito.

Por ejemplo, me llamó la atención las declaraciones del aspirante a la presidencia por el Partido Salvador de Honduras, el ingeniero Salvador Nasralla, en una de sus visitas al departamento de Lempira. “Mel Zelaya me vendió en las elecciones pasadas a cambio de diputados y de 70 millones de lempiras y de puestos en el Consejo Nacional Electoral, así que, con Mel Zelaya hay que tener cuidado, es una persona que ha matado personas en su carrera y oportunamente lo voy a dar a conocer”, exteriorizaba el presentador de televisión a los medios de comunicación locales, con trascendencia nacional e internacional vía el surrealismo social.

Y es así como la gran mayoría de hondureños son víctimas permanentes de la arrolladora locomotora de la subjetividad, donde hombres en quienes miles cifran sus esperanzas les hacen creer que ese tipo declaraciones son el camino correcto, pero no, solo se trata de una ruta distorsiva; en este caso, muy oportuno declarar en contra de otro político cuando ya todos se adentran al encarnizado pleito por el poder; donde el descrédito se convierte en la espada y escudo para tomar ventaja sin importar que el costo sea pagado por un buen número de personas sin capacidad de entender que solo se trata de la estrategia manipuladora que busca torcer la intención de voto hacia el mejor ilusionista de la contienda.

Mi pregunta es: ¿por qué los hondureños no conocimos inmediatamente después de los hechos lo señalado por Salvador Nasralla contra Manuel Zelaya Rosales, sino apenas tres meses antes de un proceso de elecciones generales?

Y como leerán, a eso yo le llamo señalamientos, no denuncias, y es porque ese tipo de mercadeo a mí no me hace comprar, pero lamentablemente lo que una persona de ese nivel dice en redes sociales y medios informativos sin la capacidad de obtener la versión de la parte “agraviada” antes de publicar la información, es considerado para la mayoría de los hondureños como una “grave y alarmante denuncia”, cuando realmente se trata solo de una acusación indocumentada que la vuelve automáticamente en una versión sin fundamentos porque el denunciante no presenta pruebas.

Pero por aquello de las malas interpretaciones, mi intención no es desacreditar a uno u otro, menos defender a aspirantes a cargos de elección popular o designados políticos una vez logren el poder, el objetivo de este planteamiento es extender una invitación a que reflexionen sobre sus estrategias en su búsqueda de la gloria, que desde mi perspectiva hace muchos años dejaron de ser bajo la premisa de un bien común: mejorar a Honduras.

Como lamento que en el pasado quedaran los probos, aquellos que convencían con propuestas de altura, los ilustres que se enfocaban en proponer sus planes de gobierno y no necesitaban más que eso; eran capaces de anular al contrincante y sus argumentos a base de capacidades. Sin duda extrañamos tanto a quienes construían país sin sembrar odio para cultivar polarización.