06/05/2024
01:00 AM

El sueño recurrente del Metrosula

Renán Martínez

Si Rafael Heliodoro Valle viviera en estos nefastos tiempos, a lo mejor hubiera escrito que la historia del transporte público en Honduras puede caber en una lágrima.

La comparación forzada de la célebre frase “la Historia de Honduras cabe en una lágrima”, atribuida al pensador capitalino, se me ocurre al hacer una remembranza de los sufrimientos que han soportado los hondureños, a través de años, a causa del deficiente servicio que venden las empresas del transporte público, sobre todo urbano.

Cuando a principios de los años 70, ciudades de América Latina como México y Río de Janeiro ya disponían de un cómodo metro subterráneo que conectaba rápidamente los distintos puntos de la urbe, San Pedro Sula seguía usando, como medio único de transporte colectivo, buses desahuciados por Estados Unidos.

Algunos de estos fueron, en sus mejores tiempos, cómodas y seguras unidades para transportar escolares, pero al comenzar a fallar eran sacadas de circulación por disposiciones federales de aquel país. Entonces, transportistas hondureños las compraban a precio de gallo moribundo, las traían a Honduras y cambiaban el letrero frontal de “School bus” ( Bus escolar) por el de ruta número tal.

A medida que crecía la población los viejos buses se atestaban cada vez más de pasajeros de tal manera que llegaron a convertirse en enormes “latas de sardina”. También son conocidos en el imaginario popular como “ataúdes rodantes” por la gran cantidad de accidentes que provocan.

Para que los empresarios del rubro no se excedieran en el alza a los precios del pasaje aduciendo aumento del precio de repuestos y combustible, el gobierno les estuvo entregando, por algún tiempo, significativos subsidios por cada unidad que mantuvieran en circulación. Tal situación fue aprovechada por sagaces transportistas para reportar más de las unidades que tenían en uso y así obtenían mayores beneficios económicos a costillas del erario público.

En los 90 surgieron en San Pedro Sula los buses Rapidito para transportar, con mayor celeridad, a los pasajeros a su destino, pero resulta que a veces, por la imprudencia de los choferes, llegaban más rápido a un encuentro con la muerte.

Ante la caótica situación de un rubro imprescindible para la población, han surgido, en Tegucigalpa y San Pedro Sula, lindos proyectos que, si se hiciesen realidad, otro gallo nos cantaría.

Recordemos que en la capital, durante la administración edilicia de Ricardo Álvarez, se echó a andar el proyecto de un metrobús o Trans 450 que resultó ser un fraude porque los trabajos de construcción nunca terminaron. Los restos abandonados de la obra sirven ahora como hotel de paso a migrantes sudamericanos que buscan llegar a Estados Unidos. Esperemos que no suceda algo similar con el recurrente sueño sampedrano, llamado Metrosula, que vuelve a estar en boga.