Mi viejo, un olanchano proverbialmente honrado, decía que no había cosa mejor que dormir, a pierna suelta, porque se tenía la conciencia tranquila; cuando no se tenía miedo de aparecer en la portada de un periódico, a menos que fuera por la realización de un acto meritorio, o se echara a rodar malamente el apellido y la buena fama con tanto esfuerzo conseguido por nuestros ancestros. Porque el que nada debe, nada teme.
Digo lo anterior a raíz de la negativa del Gobierno de renovar el convenio con la OEA para que la Maccih continuara su labor de acompañamiento, como su nombre lo indicaba, a nuestro Ministerio Público en la investigación de actos de corrupción que le han causado un daño inaudito a nuestro país. Claro que da pena, y mundial, de que nuestra justicia tenga que ser tutelada por gente que viene de fuera, pero, ante la inercia del sistema jurídico nacional, no quedaba de otra.
Personalmente, creo que los resultados de la acción conjunta Maccih- Ministerio Público han sido más bien pocos y que, aparte de un par de sonados casos, lo que se tenía por delante era francamente mucho mayor y claramente vergonzoso.
Y no estoy hablando de política, estoy viendo las cosas desde la óptica de la ética, de la moral pública. Este pobre país no merece que lo sigan esquilmando; que todo aquel que llegue a tener la posibilidad de aprovecharse del erario público lo haga con tanta desfachatez; que el ladrón siga siendo el “vivo” y el honrado el estúpido; que él dinero de los impuestos, de la cooperación internacional y hasta el de los préstamos, acaben en el bolsillo de algún malandrín de cualquier color o partido.