07/02/2025
08:35 AM

Docentes capacitados: ¿sí o no?

Víctor Ramos

En una noticia, muy divulgada, el rector de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, sentado en una de las mesas para escribir de los pupitres, teléfono en mano, llama al catedrático ausente. Esta imagen no muestra a ningún estudiante aprovechando el tiempo para preparar el tema que discutirán con su maestro y más parece que esperaban al profesor con la clase estudiada para ver qué logran guardar en la memoria poco entrenada. Los estudiantes no tienen en sus manos un libro. Posiblemente esperan el castigo al maestro sin asumir sus propias responsabilidades.

Me parece importantísimo que la Universidad ponga orden entre los docentes y que quienes no cumplan sean despedidos irremediablemente.

Pero las faltas de asistencia no son lo más trascendental en la docencia. Yo, cuando dije que aspiraría a la rectoría y no presenté mi postulación porque el proceso de selección fue viciado y por el contrario acudí a la Corte Suprema sin que hasta ahora haya recibido respuesta alguna, hablé de la necesidad la reformar el sistema de enseñanza y la organización de la docencia y de los docentes.

Si yo fuera el rector no llamaría a ningún docente faltista. Habrá entre los faltistas muchos profesores buenos, pero muchos de ellos no saben la materia que imparten y no se actualizan. Para dar sus clases: dictan del libro de texto, o de los apuntes de hace algunos años, o pasan una buena cantidad de imágenes. Para estos docentes, la ciencia no avanza, no cambia y no estudian. Si fuera permitido visitar sus viviendas encontraríamos que algunos ni tienen libro de texto. Una novela de García Márquez o un poemario de García Lorca es mucho pedir.

He oído al presidente López Obrador de México -él siempre habla con mucha sabiduría- que los problemas hay que atacarlos en su esencia de origen y no en sus consecuencias. Me pregunto entonces ¿para qué llamar a los faltistas, si no sabemos exactamente si están bien preparados para el ejercicio de la docencia o son unos impostores? Porque si no estudian, si no se actualizan, si no dominan su asignatura con los más recientes adelantos del conocimiento y de la ciencia, son impostores. Así de claro y transparente.

Por otra parte, los estudiantes tampoco estudian porque están atenidos a que el maestro estudie la lección diaria por ellos. Así se les ha entrenado. Pero, repito, ni docentes ni estudiantes estudian realmente, salvo las nunca excluidas excepciones.

Los docentes universitarios no necesitan saber pedagogía, mucho menos si su saber se limita a unas clasecitas de cómo usar el “data show”. El docente debe saber el contenido de su asignatura a profundidad. Y, en eso debe incidir la universidad creando becas o incentivos para que los docentes se mantengan al día. En otras universidades es obligatorio que los docentes publiquen artículos en revistas reconocidas, que escriban texto y que dirijan investigaciones; de no hacerlo están en riesgo de perder su permanencia en el cargo o no obtendrán ascensos.

Por otra parte, la universidad paga muy mal. Los salarios no ajustan para sobrevivir y si no permiten satisfacer las necesidades básicas tampoco habrá para comprar libros actualizados. Es la razón de los dobles empleos y de las ausencias.

Por mi parte, estaría contento de que los malos profesores no vengan a impartir clases y procedería a hacer una evaluación profunda de la capacidad intelectual de todos los docentes y de su conocimiento del contenido actualizado de su asignatura y de sus grados académicos y sus trabajos de creación o investigación.

En la Facultad de Medicina vi, en los 35 años como catedrático, un permanente deterioro de la enseñanza, la desaparición de los laboratorios, la falta de exigencia con los docentes y estudiantes, la falta de entusiasmo. Hubo unos alumnos que me denunciaron en la Fiscalía de la Unah de que yo les obligaba a leer. Lo más asombroso, el fiscal universitario me conminó: No lo vuelva a hacer.

El rector que busque si incapaces imparten las asignaturas. Échelos y pase al nombramiento de docentes exclusivos, escogidos con pinzas; págueles bien y terminará el doble empleo. Solo de esta manera comenzará a asegurar una enseñanza que formará los profesionales que espera Honduras para impulsar su desarrollo.

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