25/04/2024
01:36 AM

Cuentas claras

  • 28 diciembre 2021 /

Cuando apenas faltan un par de días para que termine este 2021 es necesario hacer un alto en el camino y dedicar algún tiempo a sacar cuentas, a examinarnos, a evaluar qué pasó con nosotros mismos, con la gente que nos rodea, con nuestro trabajo, con nuestra conducta ciudadana. Porque podríamos concluir este año y comenzar otro como sonámbulos, andando sin norte, sin ninguna estrategia vital, ocupando un espacio en este mundo, pero sin dejar huella, sin procurar trascender, sin hacer ningún aporte significativo a la sociedad.

Y es que no se puede pensar en el futuro sin tomar en cuenta el pasado, sin tomar lecciones de él, sin hacer memoria de los aciertos y de los errores, para reproducir los primeros y evitar los segundos; para no tropezar, de nuevo, en las mismas piedras.

Como en más de una ocasión he dicho: no somos islas, no existimos en solitario. Cada movimiento, cada acción nuestra produce olas, tiene repercusiones en nuestra familia, en nuestra actividad laboral y en las personas con las que interactuamos en ella, en nuestros amigos y conocidos e, incluso, en aquella gente que no tiene nombre ni rostro para nosotros, pero con la que convivimos en la misma colonia, en la misma ciudad, en el mismo país y más allá.

De ahí que sería una manifestación de inconsciencia y, me atrevo a decir, hasta de irresponsabilidad saltar de un año a otro, en automático, sin realizar ningún tipo de medición sobre el mal o el bien que hayamos desparramado a nuestro alrededor, o que nos hayamos causado a nosotros mismos.

Porque no debemos olvidar que lo que decimos, en el tono en el que lo decimos, en el momento en el que lo decimos, así como lo que hacemos, o dejamos de hacer, la intención que nos mueve a realizar un acto, y la coyuntura en la que lo realizamos, producen un efecto positivo o negativo en los demás, llámense esposa, hijos, compañeros de trabajo, amigos, conocidos o desconocidos.

Es muy probable que, luego de habernos examinado, evaluado, mirado hacia adentro con sinceridad, sin anestesia, caigamos en cuenta de que, en más de una ocasión, hemos sido descorteses, groseros, hirientes, maleducados, inoportunos; que hayamos vivido un 2021 sin luchar con suficiente fuerza por ser mejores seres humanos, sin pensar en los sentimientos de los demás, y nos hemos dejado llevar por la soberbia, el mal humor, el cansancio o el tan humano egoísmo.

Convendría que, una vez nos hayamos examinado a fondo, además del “mea culpa”, definiéramos para 2022 una estrategia clara para ser mejores padres, mejores amigos, mejores colegas, mejores ciudadanos. Eso, y no menos, esperan los demás de nosotros.