El viaje hacia las alturas coronadas de neblina de El Merendón tenía dos objetivos: probar tres vehículos recién comprados por amigos dedicados al rubro automotriz y disfrutar la placidez de esta montaña que sirve de fondo ecológico a la ciudad de San Pedro Sula. Me comentaba Marcio Castro, mientras conducía uno de los vehículos por la empinada carretera de tierra, que si el carro va en descenso es preferible contenerlo por compresión en la caja de cambios, en vez de abusar de los frenos porque estos se pueden calentar y “soplar”, lo cual puede ser fatal.
Aunque la carretera, que tomamos en el sector de La Primavera, está en buenas condiciones, en época lluviosa se convierte en un deslizadero debido a que no tiene alcantarillas a ambos lados, por donde pueda correr el agua.
A medida que avanzamos, la vegetación se hace más espesa y nublada. La primera parada obligada en este corredor es un lugar conocido como El Mirador en donde el clima cálido que nos acompaña desde la ciudad se transforma, de pronto, en frescura invernal. Desde la atalaya de un inmueble de madera que funciona como cafetería y pulpería, se puede contemplar abajo, agricultores sembrando hortalizas en las laderas perdidas en medio de la neblina. Por un largo trayecto fuimos viendo negocios similares exponiendo enfrente verduras frescas cultivadas en el lugar. En algunos de ellos es posible degustar hasta un “pollo indio” cocinado al estilo “chuco” de la ciudad o como el cliente lo pida. En la comunidad de Buenos Aires, ya para llegar al Parque El Cusuco, está enclavado el Café Doña Martina, famoso por las amenas pláticas con las que su propietaria atiende a los clientes, y por el original café de palo con sabor a cardamomo, pimienta gorda o chile picante.
Todo parecía maravilloso en nuestro paseo hasta que comenzamos a ver mucha basura no biodegradable esparcida en los linderos del bosque, que lanzan los vecinos por no existir un recolector que la transporte a un lugar en donde no contamine el medio ambiente.
El caso es que el contrato de la municipalidad sampedrana con Sulambiente, no estipula recolectar los desechos de las áreas rurales, únicamente los de la ciudad. En El Merendón hay unos 35,000 habitantes que ya no se pueden desalojar. Es imperativo, entonces, buscar estrategias amigables para trabajar con ellos en sus actividades a fin de mantener libre el medio ambiente de daños como el de la basura, y proteger así las fuentes que surten agua a la ciudad.