México se convierte en imán para migrantes globales

Dos olas de migración convergen en la Ciudad de México, la de miles de migrantes pobres que transitan hacia EEUU y la de estadounidenses que se instalan en esta megalopolis.

  • 18 de mayo de 2025 a las 00:00 -
The New York Times

Por: Lydia Polgreen/The New York Times

Conocemos bien un tipo de migración. Es el de millones de personas de países más pobres que viajan principalmente a países ricos en busca de seguridad y oportunidades. Pero hay otro tipo de migración en curso. Se trata de personas de países ricos que buscan nuevas vidas en otros lugares, a veces en otros lugares ricos, pero también en países más pobres que tradicionalmente han enviado migrantes en lugar de recibirlos.

Quizás en ningún otro lugar del mundo convergen estas dos olas de migración de forma más marcada que en la Ciudad de México, una inmensa aglomeración urbana que ha sido transformada en los últimos 20 años. Alguna vez fue conocida por la delincuencia, una bruma asfixiante e infraestructura deteriorada. Durante décadas, muchos de sus ciudadanos buscaron irse, parte de una marea migratoria a través de la frontera norte del País con Estados Unidos, una nación que muchos mexicanos veían como una tierra de oportunidades.

Hoy en día, la Ciudad de México es un faro que atrae a millones de visitantes de todo el mundo. Es un centro de cultura global que rivaliza con cualquiera de las capitales europeas. Sus parques y plazas históricas han renacido. Es un gigante culinario, donde conseguir una mesa en los mejores restaurantes requiere ingenio.

La economía de la Ciudad también ha prosperado, impulsada por el crecimiento de una amplia gama de negocios: fábricas, startups de alta tecnología, compañías bancarias y de seguros, e incluso una industria cinematográfica y televisiva global en rápida expansión.

Esta primavera viajé a la Ciudad de México —mi primera visita en más de una década— para ver estas transformaciones de cerca y hablar con recién llegados. Para algunos, esta Ciudad es un premio de consolación, particularmente para quienes viajaron desde tierras lejanas con la esperanza de cruzar a Estados Unidos. Ahora que la Administración Trump prácticamente ha sellado las rutas para cruzar esa frontera, muchos migrantes se están asentando en la Ciudad de México, algunos desde lugares tan lejanos como China. Esperan construir una vida segura y próspera ahí.

Para otros, especialmente estadounidenses jóvenes y con estudios, la vida en la Ciudad de México ofrece la clásica ganga que disfrutan los ciudadanos de países ricos que se mudan a países más pobres. Pero los estadounidenses con los que hablé también mencionaron la sensación de menores oportunidades en casa y, con el regreso de Donald J. Trump a la Presidencia, una sensación de alienación. Al ofrecer la oportunidad de vivir bien por menos bajo el liderazgo de una popular Presidenta izquierdista, México proporciona un antídoto a ambas insatisfacciones.

Gentrificación

Para México, un País con poca tradición de acoger a extranjeros en grandes cantidades, estos nuevos habitantes son un reto. Los recién llegados del sur llegan a una nación marcada por la desigualdad y que enfrenta un futuro económico incierto al tiempo que se cimbra el sistema comercial global bajo el régimen arancelario del Presidente Trump. No es más fácil dar cabida a los adinerados que llegan del norte. Están transformando la vida económica y cultural, especialmente en las zonas más elegantes de la Ciudad, sembrando resentimiento y desgastando el tejido social.

Pero la transformación de México, de un lugar del que la gente huye a uno donde se establece, también presenta una oportunidad. Al tiempo que Estados Unidos se vuelve insular, México se beneficia, atrayendo a personas para ser motor de un futuro mejor. La Ciudad de México, una megalópolis de alrededor de 22 millones de habitantes, es un microcosmos de cómo está cambiando nuestro tumultuoso mundo.

Durante gran parte de la vida de Michelda Supreme, su tierra natal, Haití, ha estado en caída libre, plagada de desastres, tanto naturales como provocados por el hombre. Pero en el 2022, las paredes de la casa que compartía con sus padres y hermanos en la ciudad costera de Gonaives comenzaron a aprisionar. Bandas armadas se disputaban el control territorial. Maestra de profesión, no podía trabajar. Incluso salir de casa para comprar comida era a menudo demasiado peligroso.

“Pasaba meses encerrada”, me contó.

Michelda Supreme, una migrante haitiana, optó por quedarse en la CDMX en lugar de continuar su viaje a EU.

No le quedó más remedio que unirse al vasto éxodo de haitianos que buscaban seguridad. Al igual que millones de personas que han intentado llegar a Estados Unidos cruzando su frontera sur, no había pensado en México como nada más que otra vasta extensión qué cruzar en el largo viaje hacia el norte.

“Nunca lo vi como destino. Lo vi como un punto de tránsito”, dijo. Y fue un tránsito difícil, desde Nicaragua, a través de Honduras y Guatemala, hasta llegar a Tapachula, una ciudad sin ley que se alimenta de la desesperación de los migrantes. Viajó principalmente a pie, siguiendo una caravana de cientos de centroamericanos, venezolanos y haitianos.

Al llegar a la Ciudad de México, se puso en contacto con un primo lejano que había hecho el mismo viaje y le ofreció alojamiento. Él solicitó asilo en Estados Unidos y finalmente logró llegar.

Pero Supreme dudó en emprender el viaje de nuevo. La Ciudad de México puede ser enorme y abrumadora, pero descubrió que la gente era amable y acogedora. Decidió quedarse.

Supreme no es la única que elige México por encima de su vecino al norte. Bajo el Gobierno de Trump —que ha cerrado la frontera a los solicitantes de asilo y desatado una campaña de deportación— Estados Unidos se está convirtiendo en algo más desagradable. El atractivo de la Ciudad de México, en cambio, está creciendo.

En la larga fila para solicitar asilo en las afueras de la Ciudad, conocí a una joven pareja cubana que esperaba convertir su sueño frustrado de establecerse en Estados Unidos en una vida en México, utilizando sus títulos en turismo y tecnología. Las ciudades de Estados Unidos están llenas de enfermeras, abogados y maestros migrantes que terminan trabajando como auxiliares de salud a domicilio, taxistas y trabajadores de la construcción.

En la Ciudad de México, en cambio, los patrones están ávidos de trabajadores. Funcionarios de la agencia de la ONU para los refugiados en la Ciudad de México me comentaron que no dan abasto con la demanda por trabajadores con permisos de trabajo. Han colocado a miles de trabajadores, dijeron, como un farmacéutico congoleño en una empresa de cuidados médicos.

Pero lo que se interpone entre muchos migrantes y los empleos es el sistema nacional de procesamiento de solicitantes de asilo, que se resiente por el aumento en solicitudes. En el 2013, mil 295 personas solicitaron asilo; para el 2023, más de 140 mil lo hicieron. Aunque la cifra se redujo casi a la mitad el año pasado, sigue saturando el sistema.

Hasta hace poco, la agencia gubernamental que procesa las solicitudes de asilo tenía su sede en la Colonia Juárez, un barrio histórico cerca del Centro de la Ciudad. Pero en el 2023, a medida que el Gobierno de Biden restringió el acceso a los procedimientos de asilo para los migrantes, más personas comenzaron a solicitar asilo en México.

También empezaron a acampar en una de las plazas públicas del barrio. Se formó un grupo vecinal para instar al Gobierno mexicano a trasladar a los migrantes a otro lugar.

Me reuní con miembros del grupo en una cafetería cerca de la plaza, que el Gobierno desalojó en junio pasado. Los residentes, que llamaron a su grupo “La Calle No Es un Refugio”, dijeron que no se oponían a la migración, pero querían que el Gobierno mexicano tratara a los migrantes dignamente.

“El Gobierno no está protegiendo los derechos humanos de los inmigrantes”, dijo Emmanuel Ruiz, abogado y uno de los líderes del grupo.

Había formado una alianza con una de sus vecinas, María Natalia Reus Anda, escritora y profesora jubilada que se autodenomina izquierdista. Ella ha vivido en la Colonia Juárez la mayor parte de su vida, en el Edificio Mascota, un edificio extenso. El complejo se hizo popular entre los artistas locales, y Reus Anda compró su departamento hace más de 40 años. Con sus senderos privados bordeados de árboles y ventanas de piso a techo que se abren a patios, el complejo, como gran parte del vecindario, es muy socorrido por extranjeros adinerados que quieren vivir en la Ciudad.

La gentrificación, dijo, estaba expulsando a los residentes y negocios de toda la vida, con rentas más altas y una clientela local cada vez menor.

Mucha gente que conocí en la Ciudad de México —periodistas, escritores, artistas, académicos— se quejaba de que se habían visto obligados a mudarse de barrios de moda entre los nómadas globales estadounidenses porque las rentas se habían disparado. En un café a la vuelta de la esquina de la plaza de la Colonia Juárez, conocí a uno de esos presuntos intrusos, Chuck Muldoon. Voló a México desde California, de donde es originario, inicialmente como turista.

Muldoon se graduó de una universidad de primer nivel en 2019 con un título en lingüística y luego aprendió a programar de forma autodidacta. Un compañero de la universidad originario de la Ciudad de México lo invitó a visitarlo unas semanas. Quedó encantado. A finales del 2021, con un nuevo trabajo que le permitía trabajar de manera remota, uno de sus nuevos amigos mexicanos le ofreció una recámara en renta. No lo pensó dos veces.

Muldoon aprendió español rápidamente y ha hecho amigos principalmente mexicanos, dijo. Tiene un permiso de residencia válido y paga impuestos sobre el dinero que gana en México. “Intento vivir de forma ética aquí”, me dijo.

Lejos de estar bañado en oro, Muldoon fue despedido recientemente de su trabajo en el sector tecnológico. Pero el costo de vida relativamente bajo de la Ciudad significa que no es un desastre. “Tengo suficientes ahorros para sobrevivir al menos el resto del año”, dijo.

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No es sólo la vida barata y elegante lo que mantiene a Muldoon en México. Opuesto a la Administración Trump, admira a Claudia Sheinbaum, la Presidenta izquierdista de México, y a su partido, Morena. “A pesar de no poder votar en este País, me considero partidario de Morena, de lo que han hecho por el mexicano promedio”.

Ahora Estados Unidos está abandonando las alianzas que le dieron fuerza militar y diplomática, trastocando el sistema de comercio global que lo enriqueció y excluyendo a los migrantes que lo hicieron innovador. Al parecer, Trump quiere que Estados Unidos retroceda. México tiene una nueva oportunidad para avanzar.

Indudablemente está plagado de innumerables problemas. Su economía es altamente polarizada y desigual y, aunque México ha eludido hasta ahora la situación arancelaria más catastrófica, su futuro económico depende de Estados Unidos, destino del 80 por ciento de las exportaciones mexicanas.

Y, sin embargo, hay motivos para la esperanza. En mis conversaciones en México, me quedé con una sensación de impulso y propósito. Por lo tanto, no sorprende que migrantes de países ricos y pobres por igual den una nueva mirada a México y se pregunten si podría ser el lugar para perseguir sus sueños.

©The New York Times Company 2025

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Staff NYTimes
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