Por Stephanie Nolen/The New York Times International
Baidoa, Somalia — Las madres de familia llegaban al centro de alimentación de emergencia todo el día, con el rostro tenso por la ansiedad y sus hijos flácidos en brazos. A los niños más frágiles se les colocaban sondas que entraban por la nariz y bajaban hasta el vientre para administrarles lentamente leche fortificada.
Los niños un poco más grandes eran colocados en una cama en una habitación abarrotada para alimentarlos con pasta de cacahuate terapéutica. Los que podían tener difteria, sarampión, tosferina o cólera eran confinados en habitaciones de aislamiento vacías.
Hace tan sólo seis meses, las cosas no eran así.
En Baidoa, trabajadores comunitarios de salud solían ir de puerta en puerta en busca de niños demasiado delgados o enfermos. La era atención rápida y gratuita en clínicas rudimentarias instaladas en campamentos y barrios. Las familias reciben paquetes de alimentos especiales ricos en nutrientes. Era raro que los niños se deterioraran al grado de tener que ser trasladados a un centro para recibir atención las 24 horas.
No obstante, las clínicas de salud comunitarias y los alimentos de emergencia fueron financiados por Estados Unidos, a través de su Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID). Cuando la Administración Trump desmanteló la agencia, gran parte de la ayuda alimentaria y la atención médica para niños por toda Somalia fue interrumpida abruptamente. Así que, ahora llegan más niños a los centros de urgencias, más enfermos y delgados que nunca.
La organización humanitaria Save the Children operaba 128 centros de salud comunitarios para toda Somalia y tuvo que cerrar 47 de ellos en marzo, dejando a más de 300 mil personas sin servicios de salud y nutrición. El Cuerpo Médico Internacional cerró clínicas en cuatro regiones del País, entre ellas Baidoa, una ciudad de 750 mil habitantes que alberga a unas 770 mil personas desplazadas.
El apoyo estadounidense al Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, que suministra leches fortificadas y pasta de cacahuate terapéutica para niños desnutridos, fue reducido.
Estados Unidos envió un promedio de 450 millones de dólares al año en asistencia humanitaria a Somalia la última década, incluidos 481 millones de dólares en el 2020, el último año de la primera Administración Trump. Datos internos del Departamento de Estado de EU, revisados por The New York Times, muestran que en el año fiscal 2025, que finalizó el 30 de septiembre, alrededor de 128 millones de dólares habían sido enviados a Somalia.
El Departamento de Estado declaró el 9 de octubre que la Administración Trump había aprobado 14,9 millones de dólares en fondos para Somalia.
Recortes críticos dejan a miles sin apoyo
Tras la salida de la UE, Somalia también ha visto una disminución en el financiamiento de otros países. “La mayoría de nuestros donantes clave —los holandeses, los alemanes y los británicos— está disminuyendo”, apuntó Crispen Rukasha, directora de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios en Somalia.
El Programa Mundial de Alimentos anunció que, a partir de este mes, se vería obligado a reducir el número de personas que reciben asistencia alimentaria de emergencia en Somalia a 350 mil, en comparación con 1,1 millones de agosto, lo que representa menos de una de cada 10 personas que requieren ayuda alimentaria para sobrevivir.
La necesidad de ayuda se intensifica: el impacto de la sequía recurrente ha aumentado cada año. Una cuarta parte de los 16 millones de habitantes de Somalia está desplazada.
A pesar de los desafíos, Somalia había logrado avances en materia de salud pública en los últimos años, impulsados significativamente por el financiamiento estadounidense. La cobertura de vacunación aumentaba gradualmente a medida que los equipos de inmunización realizaban incursiones en zonas que habían estado controladas por insurgentes islamistas.
Ahora, la debilidad del Estado somalí ha creado oportunidades para quienes buscan la desestabilización regional, un proceso que la UE históricamente ha intentado contrarrestar con grandes inversiones en alimentos y ayuda militar.
Al Shabab, una organización afiliada a Al Qaeda, controla más o menos un tercio del territorio del País, mientras que una rama del Estado Islámico ha perpetrado ataques por todo el País desde una base en el norte.
“Los efectos a largo plazo de la desnutrición contribuyen al conflicto”, aseveró Meftuh Omer, quien dirige el trabajo de supervivencia infantil de Save the Children en Somalia. “Hay un impacto cognitivo, el rendimiento escolar es bajo, y la única opción que tienen los jóvenes es unirse a una milicia”.
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