Millones de nepalíes sostienen hogares desde el extranjero

Salir a trabajar al extranjero se ha vuelto casi una tradición en Nepal para asegurar la supervivencia familiar.

  • Actualizado: 30 de octubre de 2025 a las 15:22 -

Por Anupreeta Das/The New York Times International

Katmandú, Nepal — En Chamkhar, su pueblo natal, una diminuta aldea de belleza impresionante situada en la ladera a más o menos una hora de la Capital de Nepal, Rajendra Tamang planea su futuro.

Los maizales dorados, las cuestas verdes y las imponentes vistas de las cumbres del Himalaya albergan pocas oportunidades. También escasean en el resto de Nepal, afirmó Tamang, de 22 años. Hay pocos empleos y la competencia para cualquier tipo de trabajo es feroz. Hay una alta disparidad de la riqueza y la corrupción es endémica.

Hace dos años, Tamang se mudó a Dubai, donde trabajó jornadas de 16 horas, seis días a la semana, al cambiar entre empleos como oficinista, encargado de limpieza y trabajador de almacén. Percibía cuatro veces el salario que podía esperar en Nepal, pero los turnos eran extenuantes. Mientras exploraba los centros comerciales de Dubai en sus días libres, notó que había demanda de baristas y secretarios.

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Así que regresó a su País y se inscribió en un curso de capacitación de dos meses para baristas en Nepal. Espera que sus habilidades lo distingan de las decenas de millas de nepales que también buscan empleos en el extranjero.

“Simplemente, no quiero trabajar en Nepal”, expresó Tamang.

En aldeas y filas para sacar el pasaporte, en las calles y al interior de cafés elegantes, muchos jóvenes nepalíes —ya sean egresados ​​universitarios o quienes nunca concluyeron sus estudios— dicen sentirse desesperanzados y frustrados.

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Un desempleo persistentemente alto e inversión inadecuada en capacitación de aptitudes han perjudicado el crecimiento económico. El País depende en gran medida de las remesas enviadas por ciudadanos que trabajan en el extranjero, que equivalen a alrededor de un tercio del PIB de Nepal. Al mismo tiempo, muchos nepales dicen sufrir corrupción en sus tratos diarios con la burocracia, y se considera que una élite arraigada obtiene dinero mal recibido.

Esos sentimientos se transformaron en furia a inicios de septiembre, cuando miles de estudiantes se lanzaron a las calles para desahogar su enojo con la corrupción, en lo que se dio a conocer como las protestas de la Generación Z. El detonante inmediato fue una prohibición de las redes sociales —que coincidió con un repunte viral de memes enfocados en “niños nepotistas”, los privilegiados hijos de la élite. Las protestas escalaron a una oleada de incendios intencionales a nivel nacional y llevaron a la caída del Gobierno de Nepal.

Rajendra Tamang, nepalí de 22 años, dijo que los empleos escasean y la competencia es intensa.

Sin embargo, las protestas no eran sólo por la corrupción. Arrojaron luz sobre las realidades de una numerosa población joven que enfrenta un futuro incierto.

Nepal, con alrededor de 30 millones de habitantes, brinda un suministro constante de mano de obra no calificada a países del Golfo Pérsico, pero también a naciones europeas como Portugal y Grecia. Jóvenes nepalíes empacan cajas en bodegas, cortan verduras en cocinas de restaurantes y manejan camiones en obras de construcción.

Aproximadamente uno de cada hogares cuatro en Nepal tiene un miembro de la familia en el extranjero, arrojaron datos del Gobierno. Para las familias, eso a menudo significa una toma cruel y daca entre el dolor de estar separados durante años y la necesidad de dinero. Las remesas sostienen hogares, colegiaturas paganas y facturas médicas y ayudan a reconstruir casas en un país propenso a desastres naturales como inundaciones y terremotos.

“Para ahorrar, o incluso para vivir adecuadamente, alguien de la familia tiene que irse”, dijo Tenzin Dolker, una alumna universitaria en Katmandú. “Es casi como una tradición tácita”.

Hace casi dos décadas, cuando Dolker tenía 6 años, su madre se marchó de Nepal para trabajar como cuidadora en Israel. Se quedó 15 años, y regresó de visita sólo tres veces, contó Dolker.

Sin embargo, “ganó dinero en Israel y construyó su casa aquí”, señaló Dolker. Su madre, quien ha vuelto de forma permanente, jamás podría haber ahorrado tanto al trabajar en Nepal, apuntó.

Bhadra Sharma y Sajal Pradhan contribuyeron con informes en este artículo.

©The New York Times Company 2025

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Staff NYTimes
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