Barack Obama ha emprendido una ardua batalla contra Texas y el Congreso por el tema de inmigración enfrentándose ante adversarios republicanos determinados a impedir los millones de regularizaciones anunciadas.
El presidente estadounidense, que se desplaza este miércoles a Miami, Florida, para defender su plan migratorio, asegura que tiene el 'derecho' y la 'historia' de su lado. Lo cierto es que para los cerca de 11 millones de personas, en mayoría mexicanos que viven y trabajan en forma clandestina en Estados Unidos, esta etapa es por ahora sinónimo de incertidumbre.
Mark Krikorian, director del Center for Immigration Studies, grupo de reflexión que aboga por reforzar los controles fronterizos, advierte no obstante contra los intentos de regularizar antes de que todos los recursos hayan sido examinados.
'El proceso es, de hecho, irreversible', explica Krikorian, al destacar que un permiso de trabajo concedido a un clandestino no podrá serle quitado luego.
'El caso tendría que llegar a la Suprema Corte porque el tema tiene que ver directamente con la separación de los poderes', añade, siguiendo la tendencia de los legisladores republicanos que denuncian un abuso de poder de Obama en este tema sensible.
Utilizando el Departamento de Seguridad contra Obama
En paralelo, los republicanos, ahora mayoritarios en el Congreso, desplegaron la artillería pesada: iniciaron una pulseada sobre la ley de financiamiento del departamento de Seguridad interior, del que dependen en particular los servicios inmigratorios.
La ley que redactaron incluye varias enmiendas que cancelarían, por falta de fondos, el plan de regularización que anunció Obama en noviembre. Y, como era de esperar, los demócratas en el Congreso rechazan el texto.
Por el momento, el estancamiento es absoluto. Pero si no se aprueba ningún documento antes del viernes, cuando vence el presupuesto de esta entidad crucial, su financiación ya no estará garantizada.
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En una columna publicada este martes en el diario The Hill, Obama llama a dejar de lado la política y a concentrarse en 'lo mejor que hay' en Estados Unidos, y recordó que ese país siempre fue una 'nación de inmigrantes'.
'Estoy convencido de que las medidas que he tomado terminarán poniéndose en marcha', indica el presidente, aunque explica que no podrán reemplazar una reforma profunda -llevada a cabo por el Congreso- de un sistema de inmigración 'que no funciona más desde hace décadas'.