San Pedro Sula, Honduras.
La depresión se ha convertido en una de las principales preocupaciones de salud pública a nivel mundial, cuyos casos han crecido exponencialmente durante y después de la pandemia de covid-19 desde hace casi cuatro años. Poblaciones de todas las edades han experimentado un aumento en los diagnósticos de trastornos mentales, incluyendo depresión, lo que plantea serios retos.
La depresión es mucho más que un sentimiento de tristeza o desánimo, desde una perspectiva clínica se define como un trastorno mental caracterizado por una profunda sensación de desesperanza, pérdida de interés en actividades diarias, fatiga, cambios en el apetito y el sueño. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), los síntomas deben presentarse durante al menos dos semanas para un diagnóstico formal.

La depresión tiene un impacto devastador, a nivel físico puede llevar a enfermedades cardíacas y debilitamiento del sistema inmunológico, mientras que sicológicamente afecta la capacidad de concentración, autoestima y puede arrastrar pensamientos suicidas. Del mismo modo, a nivel social, puede aislar a la persona de sus seres queridos, afectando su vida laboral y personal.
Antes de la pandemia, las tasas de depresión ya eran preocupantes, pero los confinamientos, la incertidumbre económica y el aislamiento social exacerbaron la situación.

Verónica, de 21 años ahora, era una estudiante modelo en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras del Valle de Sula (ahora Unah Cortés); sin embargo, el confinamiento y la pérdida de un abuelo debido al covid la sumió en una depresión profunda.
“No quería salir de la cama, no le encontraba sentido a nada”, compartió a este medio de comunicación, pero gracias a que se sometió a tratamiento psicológico y farmacológico salió adelante. Su historia no es única, los testimonios de otros tantos reflejan una realidad que muchas familias enfrentan en silencio.

De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE), en Honduras hay 9.8 millones de habitantes. Expertos en salud mental, con base a su experiencia actual en el campo e historial de casos asistidos a lo largo de los años, consideran que cerca de 30%, osea, casi 3 millones de personas enfrentarían una depresión grave, el resto entre leve y moderada.
Irrisorio
Según registros de la Secretaría de Salud respecto a casos de depresión atendidos, entre 2020-2023 hubo un incremento constante, comenzando con 346 durante el 2020 y alcanzando 564 durante el 2023, lo que representó un aumento del 63% durante cerca de cuatro años. Hasta mediados de agosto de este año se contabilizaron 158 casos, lo que sugiere una posible disminución.
El diagnóstico más común fue el de episodios depresivos no especificados, que constituyeron el 77.6% de los casos, con 1,515 de un total de 1,953 eventos. Los episodios depresivos graves sin síntomas psicóticos representaron el 12.2% del total. Los episodios depresivos moderados y graves con síntomas psicóticos fueron menos frecuentes, con un 4.3% y un 4.1% respectivamente. Los episodios depresivos leves y otros tipos de episodios depresivos constituyeron menos del 2% del total.
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Los adolescentes fueron el grupo más afectado, particularmente los de 15 años (6.2% del total), seguidos de los de 17 años (5.1%) y 16 años (5.1%).
La gran mayoría, 90.7% (1,772 casos), mostró mejoría tras el tratamiento y lamentablemente el 1.4% de los pacientes (27 casos) falleció. Las mujeres representaron el 69.8% de los casos (1,364), lo que indica que son significativamente más afectadas que los hombres.
El 28.7% de los casos provinieron de Tegucigalpa, seguido de San Pedro Sula, que representó el 7.6% del total. Otros municipios como Danlí, Comayagua y Choluteca reflejaron porcentajes más pequeños, pero significativos.
Estos 1,953 casos de depresión reportados oficialmente durante casi cuatro años están muy lejos de reflejar la realidad que acontece, existe subregistro difícil de cuantificar, influido por factores como estigma social, falta de conciencia, acceso limitado a servicios de salud mental, diagnósticos inadecuados, subreportes institucionales, condiciones económicas y sociales, falta de registro y monitoreo sistemático.
Entre 2022 y agosto de 2024 se produjeron 57 suicidios de casos que llegaron preliminarmente a los hospitales, de estos, un total de cinco personas de 17 años y cuatro de 20 años, que encabezaron la lista, murieron por lesiones autoinflingidas intencionalmente.
Aunque la depresión se sitúa en la quinceava posición entre las primeras 20 afectaciones promedio de trastornos mentales y de comportamiento que identifica la salud pública en Honduras, especialistas concordaron que la depresión es la verdadera pandemia junto a la ansiedad.
En cuanto a Salud, de acuerdo al artículo 145 de la Constitución de la República está reconocido el derecho a la protección de la Salud y en este sentido, la Secretaría de Salud está obligada a crear la infraestructura pertinente para dar respuesta a este mandato (Constitución de la República de Honduras, 1982).
Vigilancia
Ernesto Gálvez, docente de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Tecnológica Centroamericana (Unitec), explicó que “creemos al inicio que podemos sobrellevar nuestras emociones pesadas, negativas y estresantes, no lo platicamos con nadie y se convierte en una bomba de tiempo. Siempre he dicho que a veces la risa más escandalosa en un salón es de la persona más deprimida, hacemos cualquier cosa para no contar lo que nos pasa, quizá ni podamos poner en palabras lo que sentimos”.
El académico ejemplificó cómo se suele hacer cualquier cosa para evitar la autoexposición. Mediante la hiperactividad, habladuría y chiste evitan escuchar los propios pensamientos o ser vulnerables ante preguntas o curiosidades del resto.
“Nos hundimos en depresión cuando pensamos que no necesitamos a otros solo por el hecho de no exponernos, es ahogarse en nuestros propios fluidos porque hay un punto de no retorno”, reflexionó Gálvez.

De su lado, el psiquiatra Javier Uclés recordó que en Honduras, la pandemia continúa dejando muchos efectos y daños que evitan que la población pueda continuar una vida totalmente normal.
“Es crucial que las autoridades sanitarias en el país se mantengan alerta y no olviden que los efectos de la pandemia persisten. La depresión se ha convertido en un ´migrante´ que se mueve constantemente, afectando a niños, adolescentes y adultos”, advirtió.
“Parece que hay un cansancio, una fatiga o un desencanto, incluso en las propias autoridades, cuando se trata de atender problemas como la depresión. Los niños no se cuidan solos, al igual que los adultos, y muchos ignoran la gravedad de estas situaciones”, declaró Uclés. Este fenómeno sigue avanzando con fuerza: las depresiones por duelo, por enfermedades y otras causas son reales y requieren atención.
El especialista detalló que el suicidio como desencadenante siempre estará presente por diversas razones, como problemas amorosos, falta de dinero, migración, escasez de alimentos o desempleo. Aunque el suicidio asociado a la depresión es una realidad, muchas veces quienes lo padecen lo niegan, lo ocultan, no se preparan para enfrentarlo o a menudo lo ignoran, por lo que es crucial no subestimar su gravedad ni desviar la atención.
“He sabido toda la vida que la depresión siempre ha estado allí, y cuando se combina con la pandemia o enfermedades como el dengue, se crea un cóctel peligroso del que debemos estar pendientes. La situación económica a menudo impide que las personas acudan al médico, compren medicamentos o se realicen exámenes, además existe un subregistro alto porque nuestro sistema de salud es insuficiente, distraído, indiferente e irresponsable”, cuestionó, subrayando la magnitud de este problema social.
La pobreza, el consumo de alcohol y drogas, las numerosas muertes diarias y los problemas amorosos son factores que contribuyen negativamente a este fenómeno. Otras cargas intensas como el abuso sexual, la violencia intrafamiliar y el abandono por parte de los padres, pueden volverse incontrolables.

Nathalia Vargas, psicóloga clínica del Hospital del Valle, manifestó que, en los niños, la depresión puede manifestarse de manera diferente, incluyendo irritabilidad, cambios en los patrones de sueño y alimentación, así como pérdida de interés en actividades que antes disfrutaban.
Vargas pormenorizó que la depresión en los menores puede llegar a ser leve, moderada, severa e incluso crónica. Durante la adolescencia puntualmente, pueden sufrir paralelamente otros trastornos como la ansiedad, bipolaridad y el déficit de atención con hiperactividad.
En el caso de los infantes, por ejemplo, la tristeza puede ser particularmente notoria cuando han tenido un inicio escolar en línea o en entornos virtuales, lo que dificulta la socialización, o cuando los padres fueron estrictos y se volvieron ansiosos, también pueden sumar al problema. Mientras que los adultos, son más resilientes con las emociones y se refugian en otros actividades.
La ideación suicida puede estar presente desde la depresión moderada, por los que es una señal de alerta importante.En casos graves o severos, es fundamental buscar ayuda profesional y considerar un tratamiento combinado con medicamentos y apoyo psicológico.
“Es importante reconocer que, aunque hay muchas herramientas disponibles, no todas son igualmente efectivas. La terapia cognitivo-conductual, que se centra en la reestructuración de pensamientos y el manejo de conductas adaptativas, es una opción, pero si hay riesgo de ideación suicida se recomienda un tratamiento combinado con medicamentos”, orientó.
Aunque la incidencia ha aumentado tras la pandemia, esto no significa que antes no existiera; simplemente ahora hay mayor visibilidad y acceso a la información y ayuda. Esto ha llevado a un incremento en la búsqueda de apoyo. Las personas, frente al aislamiento, el miedo, las pérdidas y la inseguridad social, están leyendo y educándose más.
Cuando la depresión se clasifica estadísticamente como “no especificada”, como sucede en los registros públicos del Gobierno, es porque no se cumplen todos los criterios del manual diagnóstico y podría estar vinculada a otras causas.
Vargas aseguró que la depresión no es una enfermedad en sí, sino un síndrome que puede afectar a cualquier persona en algún momento de su vida, ya que está relacionada con el funcionamiento del cerebro.
La intervención temprana es fundamental, si desde la infancia las personas aprenden a gestionar sus emociones ante pérdidas e incertidumbres, podrán desarrollar herramientas efectivas para enfrentar la tristeza. La participación comunitaria igualmente desempeña un valioso rol, a través de grupos de apoyo, líderes religiosos como padres y pastores y otros recursos, ofrecen esperanza y ayuda.