La brecha de género refleja cómo las relaciones de poder se manifiestan en la vida cotidiana. En el contexto de la salud, las estructuras y los sistemas sociopolíticos y culturales diferencian el acceso, el diagnóstico, la atención y el tratamiento en el proceso de salud/enfermedad de las personas.
Un ejemplo claro de esta desigualdad se da en las enfermedades cardiovasculares (ECV), que según la OMS son la principal causa de muerte a escala mundial (más de 17 millones de muertes anuales). En Cataluña y España, las ECV son la primera causa de muerte solo entre las mujeres.
Aun así, existen diferencias significativas en la forma en la que estas enfermedades se presentan y se tratan en función del sexo. Esas diferencias pueden tener un impacto importante en el diagnóstico, el tratamiento y el pronóstico de las ECV.
Así pues, incorporar la perspectiva de género al estudio de esas enfermedades permite entender las condiciones socioculturales que influyen en el desarrollo de las enfermedades cardiovasculares en las mujeres y pone de manifiesto la discriminación sistemática que afecta tanto a la detección precoz como a la frecuencia de los diagnósticos incorrectos.
Las enfermedades cardiovasculares se han percibido como «patologías masculinas», si bien esa percepción no se basa en diferencias biológicas, sino en una construcción social derivada de la escasa presencia de mujeres en los estudios científicos, lo que ha generado un infradiagnóstico.
Estos dos aspectos han limitado nuestros conocimientos sobre el desarrollo de las ECV en las mujeres. También perpetúan la brecha a la hora de entender cómo enfermamos, cómo accedemos a los servicios de salud y cómo experimentamos esos trastornos.
Las profesoras e investigadoras de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Gemma Chiva Blanch y Carme Carrion Ribas, presenta algunos análisis sobre el tema.
Diferencias en los síntomas
Los síntomas de las enfermedades cardiovasculares pueden variar significativamente entre los hombres y las mujeres. Los hombres suelen experimentar los síntomas «clásicos» de un ataque al corazón, por ejemplo dolor en el pecho que irradia hacia el brazo izquierdo, la mandíbula o la espalda, falta de aire y sudoración.
En cambio, las mujeres podemos experimentar síntomas más sutiles o atípicos como náuseas, vómitos, fatiga, indigestión o dolor en la espalda, el cuello o la mandíbula.
Estas diferencias en los síntomas pueden dificultar y retrasar el diagnóstico de las ECV en las mujeres, ya que sus síntomas se pueden confundir con otras afecciones, lo que aumenta el riesgo de complicaciones graves.
Son varios los estudios recientes que han profundizado en las diferencias existentes entre los sexos en el riesgo cardiovascular.
Por ejemplo, las mujeres con diabetes tipo 2 presentan un riesgo significativamente más alto de desarrollar ECV en comparación con los hombres, y también tienen más probabilidades de sufrir complicaciones después de una intervención coronaria percutánea.
Difrencias en el tratamiento
Las mujeres también recibimos un tratamiento diferente para las ECV en comparación con los hombres, puesto que tenemos más probabilidades de ser diagnosticadas incorrecta o tardíamente que ellos.
De hecho, las desigualdades en el tratamiento de las ECV entre los hombres y las mujeres están bien documentadas. Varios estudios han demostrado que las mujeres tenemos menos probabilidades de recibir tratamientos invasivos, por ejemplo angioplastia o cirugía de bypass coronario, incluso cuando están indicados.
Además, las mujeres tenemos menos probabilidades de recibir medicamentos para prevenir futuros acontecimientos cardiovasculares, por ejemplo aspirinas o estatinas, e incluso pueden recibir menos consejos sobre la prevención secundaria y la rehabilitación cardiovascular.
Estas desigualdades en el tratamiento pueden contribuir a que los resultados de salud de las mujeres con ECV sean peores. Esto se debe, en parte, a la percepción errónea de que las ECV son predominantemente una enfermedad masculina, así como a la falta de conciencia sobre los síntomas atípicos en las mujeres.
Factores que contribuyen a las diferencias y desigualdades
Hay varios factores que pueden contribuir a las diferencias y desigualdades en los síntomas y el tratamiento de las ECV entre los hombres y las mujeres. Destacan los siguientes:
Factores biológicos: las mujeres tenemos el corazón más pequeño y las arterias coronarias más estrechas que los hombres, lo que puede afectar a la forma en la que se presentan las ECV.
Además, las hormonas femeninas pueden ejercer un papel protector contra las ECV antes de la menopausia, pero después de esta, el riesgo de ECV aumenta significativamente en las mujeres.
De hecho, las mujeres también pueden experimentar un aumento del riesgo cardiovascular asociado a afecciones concretas como el síndrome del ovario poliquístico y las complicaciones durante el embarazo.
Factores sociales y culturales: los factores psicosociales, como el estrés y la depresión, tienen un mayor impacto en el riesgo cardiovascular de las mujeres.
Esto se suma al hecho de que las mujeres podemos presentar una probabilidad menor de buscar atención médica para los síntomas de las ECV, ya que solemos estar más preocupadas por las responsabilidades familiares o laborales.
Además, las probabilidades de que los profesionales sanitarios se tomen en serio los síntomas de las mujeres pueden ser menores, lo que podría conllevar un retraso en el diagnóstico y el tratamiento.
Sesgo de género en la investigación: la mayoría de los estudios sobre las ECV se han centrado en los hombres, lo que puede provocar una falta de conocimiento sobre las diferencias en los síntomas y el tratamiento entre los hombres y las mujeres.
Cómo abordar las diferencias y desigualdades
Son varias las medidas que pueden adoptarse para abordar las diferencias y desigualdades en los síntomas y el tratamiento de las ECV entre los hombres y las mujeres. Entre ellas destacan las siguientes:
Concienciar mejor: es importante concienciar mejor sobre las diferencias existentes en los síntomas de las enfermedades cardiovasculares entre los hombres y las mujeres, tanto al público general como a los profesionales sanitarios.
Mejorar la investigación: se deben investigar más las ECV en las mujeres para entender mejor las diferencias en los síntomas, el tratamiento y el pronóstico.
Eliminar el sesgo de género en la práctica clínica: las personas profesionales de las salud tienen que ser conscientes del sesgo de género y tomarse en serio los síntomas de las mujeres.
Promover la igualdad de acceso al tratamiento: las mujeres debemos tener el mismo acceso al tratamiento que los hombres, independientemente de sus síntomas o factores sociales.