La Capilla Sixtina, joya del Vaticano donde se elige al Papa
Los cardenales ingresarán el próximo miércoles 7 de mayo a la Capilla Sixtina para iniciar el cónclave en el que se elegirá al sucesor de Francisco.
- 30 de abril de 2025 a las 00:00 -
La Capilla Sixtina, la gran joya del Vaticano con los frescos más célebres de Miguel Ángel, se prepara para acoger el cónclave que a partir del próximo 7 de mayo tendrá la misión de elegir al nuevo papa tras el fallecimiento de Francisco el pasado 21 de abril a los 88 años.
Este majestuoso escenario con los frescos de Miguel Ángel, pero también de Pietro Perugino, Sandro Botticelli y Domenico Ghirlandaio, dejará de ser por unos días el destino de miles y miles de turistas, deseosos de admirar su arte, para convertirse en la sede de uno de los ritos más solemnes y reservados de la Iglesia católica.
Mientras se celebran las congregaciones generales de los cardenales para conocerse mejor y tejer alianzas antes del cónclave, la Capilla Sixtina, que debe su nombre al papa Sixto IV que ordenó construirla (1475-1483), permanece cerrada desde el pasado lunes.
A pesar de ser parte del recorrido habitual de los Museos Vaticanos y una de las principales atracciones del Estado pontificio, se necesita algún tiempo para adaptarla a las estrictas normas que rigen el cónclave y garantizar las condiciones de aislamiento necesarias para el proceso.
La elección del nuevo pontífice tendrá lugar bajo la imponente mirada del "Juicio Final", la obra maestra de Miguel Ángel que cubre la pared del altar y preside el espacio donde se colocará la urna de votación y el atril con el Evangelio, sobre el cual los cardenales prestarán juramento al inicio del cónclave.
También serán testigos de momento los célebres frescos del techo, que fueron encargados a Miguel Ángel por Julio II y que muestran escenas del Antiguo y Nuevo Testamento de la Biblia, incluyendo "La creación de Adán", en la que Dios extiende su dedo para tocar la mano extendida del primer hombre.
Un grupo reducido de personal de confianza, cuidadosamente seleccionado y sometido a vigilancia constante para prevenir cualquier intento de grabación o filtración de información, trabaja estos días previos de manera meticulosa para adecuar la capilla a las exigencias del evento.
En el interior de la capilla, de 40 metros de largo, 13 de ancho y 21 de alto, se disponen dos filas de mesas a cada lado, colocadas en paralelo y con la segunda fila ligeramente elevada para que todos los cardenales puedan verse entre sí en todo momento.
Durante el cónclave, los cardenales están sujetos a un estricto aislamiento: no se les permite hacer llamadas telefónicas, enviar mensajes ni acceder a los medios de comunicación, con el fin de evitar cualquier influencia externa.
El secretismo es tal que, pese a que todas las zonas de los Museos Vaticanos están estrictamente vigiladas con cámaras de seguridad, durante el tiempo que dura el cónclave este sistema debe ser desconectado para impedir cualquier tipo de grabación.
Además, para facilitar la movilidad de los purpurados y evitar el uso de escaleras, se eleva el nivel del pavimento hasta igualar el del altar, creando un acceso llano al corazón del cónclave.