Dolor, amargura y desesperación: Calles de San Pedro Sula, un “refugio” de paso para los venezolanos
Los venezolanos son cada vez más notorios en la gran ciudad de San Pedro Sula. Conozca sus testimonios.
21/11/2022- 1 / 11
Puede encontrarlos en los bulevares del Sur, Este y Norte de San Pedro Sula, llegando a la Terminal de Buses y yéndose de ella, algunos con la intención de llegar a Estados Unidos y otros que ya se resignaron y van de regreso a su país, Venezuela.
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“Hey, chavo, una ayuda por favor”, suelen decirles a los conductores que transitan por las calles donde se ubican.
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Con sus semblantes evidentemente fatigados por el largo camino suelen pasar extensas jornadas pidiendo dinero a los sampedranos, el cual usan para comprar comida, pagar a diario una pequeña habitación para dormir durante las noches y, si pueden, ahorrar para continuar su camino, ya sea de “subida” o de “bajada”.
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Desde hace unas semanas, los venezolanos son cada vez más notorios en los semáforos y zonas concurridas de ciudades como San Pedro Sula, por lo general en grupo de tres y hasta de 10, apelando a la solidaridad de los hondureños, quienes no dudan en darles, 10, 20, 50 y hasta 500 lempiras para que puedan sostenerse.
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Tras un recorrido por la ciudad, el equipo de LA PRENSA Premium encontró sin dificultad a muchos quienes accedieron a contar parte del periplo que les ha tocado vivir.
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Carlos Hernández (43), de Maracaibo, contenía las lágrimas y la respiración contando que en Guatemala y México los trataron como animales y como gente indeseable.
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Por cuenta propia decidieron regresar a Venezuela al ver frustrado el sueño de no poder pasar por ninguno de los puntos fronterizos entre México y Estados Unidos por los que intentaron varios días atrás.
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Pero mientras bajan al sur de continente, se ven en la obligación de parar en Honduras, en donde, según cuentan, los han acogido bien.
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“La mayoría son chamos como nosotros lo que se vienen, pero también familias enteras con bebés en brazo, mujeres embarazadas. Allá está cara la vida, no hay trabajo, y el dinero no ajusta”, contó Johana Salas, una joven con cara de niña.
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Apenas estaba terminando el colegio y ya pensaba estudiar enfermería en la universidad. Junto al que ha sido su novio por más de cinco años tomó la decisión de dejar atrás su país y montarse a la ola migratoria que ha estremecido a su tierra en lo que va de este año.
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“En Honduras son buenas personas, nos han tratado muy bien. El recorrido ha sido fuerte, pero Dios nos da la fuerza para seguir adelante todos los días”, dice Salas.