Durante el último par de años Paul Romer ha recorrido el planeta en busca de un país lo suficientemente desesperado como para intentar poner en práctica su audaz idea: fundar una “ciudad modelo”, un enclave libre de viejas leyes y prácticas.
Romer piensa que encontró en Honduras el lugar perfecto para construir una ciudad que podría ser tan próspera como Hong Kong o Shenzhen.
Honduras es un país de 7,5 millones de habitantes de los cuales un creciente número emigra a Estados Unidos. Su reputación internacional fue dañada por la caótica expulsión de su presidente electo en 2009. Su tasa de homicidios está subiendo mientras se transforma en una estación en la ruta del narcotráfico. Pero Honduras está interesada en la idea de Romer.
El Congreso aprobó hace dos semanas, con un solo voto en contra, modificar la Constitución para permitir una “ciudad modelo”.
“Este es un país en el que la mayoría de la gente quiere ir detrás del Sueño Americano”, dice Octavio Sánchez Barrientos, ministro de staff de la presidencia de Porfirio Lobo. “Y tienen que dejar el país y trasladarse a Estados Unidos. Esto ofrece la posibilidad de que, a largo plazo, tendrán la oportunidad aquí”, agregó. Romer, profesor de la Universidad de Nueva York, dejó su huella en el mundo académico hace 20 años al postular que las ideas o “recetas”, como prefiere llamarlas, son más importantes para el crecimiento de lo que se creía.
(Parece simple pero es el tipo de hallazgo que lo podría hacer acreedor de un Nobel).Hace una década, Romer abandonó el mundo académico, formó una empresa de enseñanza en Internet, la vendió y luego se volcó a su siguiente gran idea: crear empleos para sacar a millones de personas de la pobreza. Su idea es tomar un espacio de unos 1.000 kilómetros cuadrados, el tamaño aproximado de Hong Kong, preferentemente en manos del Estado.
Luego escribiría un código que establezca las reglas de juego; permitiría entrar o salir a quien quisiera; Invitaría a inversionistas extranjeros para que construyeran infraestructura y firmaría un tratado con un país bien gobernado, digamos Noruega o Canadá, para que sirva de “garante” y le asegure a los inversionistas y habitantes que se respetarán las reglas, algo parecido a lo que los británicos hicieron en Hong Kong y, con la supervisión del Congreso hondureño, gobernar la ciudad.
“Es una combinación de gran creatividad y gran ingenuidad”, dice William Easterly, un economista de la Universidad de Nueva York especializado en desarrollo.
Easterly duda que la ciudad pueda soportar la presión si el gobierno hondureño se vuelve hostil. “Sería muy bueno si ocurriera para que pudiéramos observar el experimento” agrega Ricardo Hausmann.
El profesor de la Universidad de Harvard también tiene dudas y recuerda el fracaso de Fordlandia, la creación de Henry Ford que se iba a convertir supuestamente en un oasis para el capitalismo estadounidense en Brasil.
Cuando Romer intentaba captar el interés de países africanos, un grupo de hondureños se preguntaba cómo mejorar las perspectivas de su país. Una idea, una especie de versión extrema de las zonas de libre comercio existentes, era atraer inversionistas a una especie de súper embajada, un área gobernada por las leyes de otro país. Luego vieron un video en línea de una presentación de Romer.
“En cuanto la vimos, supimos que era de lo que estábamos hablando”, cuenta Xavier Arguello.En noviembre, Arguello, que fue asesor de un anterior presidente hondureño y ahora trabaja en una empresa inmobiliaria de Estados Unidos, llamó a Romer. Su grupo, en el que figuraba Juan Orlando Hernández, presidente del Congreso hondureño, se reunió con Romer en Washington. Unas semanas después, Romer se encontró con Lobo y sus colaboradores en un hotel de Miami. Cuando las abstractas explicaciones de Romer no eran convincentes, alguien sugirió a Lobo que viera la conferencia.
Lo hizo y se convenció. Romer viajó a Tegucigalpa a comienzos de enero y se reunió en privado con varios grupos y luego hizo su planteamiento en una reunión pública. “No pueden cambiar las reglas en el medio del partido”, aseveró, mientras detrás de él aparecía una fotografía de un partido de fútbol en una pantalla. “Hay que crear un nuevo campo de juego y ver si alguien quiere jugar”. Hay que pensar en grande, señaló.
Pidió la construcción de un aeropuerto lo suficientemente grande como para ser un centro hemisférico de conexiones, dijo.El próximo paso es que el Congreso reafirme la reforma constitucional y redacte escriba una especie de código para la nueva ciudad. Abundan los escépticos.
“Es una buena idea desde un punto de vista económico”, dice Antonio Tavel Otero, un empresario hondureño. “Pero no creo que se pueda promocionar la idea diciendo a los hondureños que nuestras leyes son tan malas que hay que adoptar las de otro país”, sostiene. El propio Arguello reconoce que “a estas alturas hay muchas más preguntas que respuestas y requerirán un debate público”.Romer no se amilana. Está buscando un gobierno que sirva de garante.