Abrazarla como un impulso natural del ser humano que desea evolucionar. Porque cuando la ambición está al servicio del bien, deja de ser una amenaza y se convierte en una bendición.
Este 6 de febrero recién pasado, mi padre cumplió 55 años de fallecido. Murió de 63 años, yo tenía 11. Murió por enfermedad, en el extranjero, se fue vivo en busca de salud y regresó muerto.