03/05/2024
08:49 AM

“No es fácil ser un buen joven en estos tiempos”: Miguel Lenihan

El obispo dice que si siguen las muertes en medio del toque de queda es porque algo no se está haciendo bien.

San Pedro Sula

Irlandés de nacimiento, hondureño de corazón y franciscano por elección, así se define monseñor Miguel Lenihan, el primer arzobispo de San Pedro Sula. Cumplirá 72 años, 43 de ellos como sacerdote, 11 como obispo y cinco meses al frente de la recién creada provincia eclesiástica.

Monseñor Lenihan nunca imaginó ser arzobispo y ni siquiera obispo dice, pero está seguro que Dios tiene sus planes. Conversó con LA PRENSA de varios temas, entre ellos su experiencia al recibir el palio arzobispal de manos del Papa Francisco. Además, mostró su preocupación por el desinterés por las vocaciones y la violencia en el país.

Más de la mitad de su vida como sacerdote, ¿qué se siente?

43 años como sacerdote y 39 de ellos en América Latina, solo estuve cuatro años en Irlanda después de mi ordenación sacerdotal, luego me enviaron como misionero a San Salvador en 1984 y desde entonces acá estoy en Centroamérica. Recuerdo mi ordenación como si fuera ayer y marcó mi vida. Yo siempre quise ser misionero. De El Salvador fui trasladado a Comayagua, luego a Guatemala y después a La Ceiba.

Perfil

Miguel Lenihan

Edad: 71. Nació en Abbeyfeale, Limerick, Irlanda

Cargo: Arzobispo de San Pedro Sula. Inició como franciscano en 1972 en su país, y fue ordenado sacerdote el 12 de julio de 1980.En Honduras ejerció como vicario general y párroco de la diócesis de Comayagua, departamento del mismo nombre. Estuvo en El Salvador y Guatemala, luego en La Ceiba.

Y estos cinco meses como arzobispo, ¿cómo han sido?

Nunca pensé que sería arzobispo, tampoco obispo de La Ceiba. Los dos momentos fueron sorpresa, pero más lo del arzobispado. Me quedaban tres años y medio para ser emérito, pensé que terminaría en La Ceiba. Vine a SPS con miedo y temblando como San Pablo, aunque ya conocía a mucha gente, sacerdotes, religiosas, catequistas. No vine como un desconocido, al contrario de cuando llegué a La Ceiba que no conocía a nadie y llegué como un extraterrestre. Acá fue distinto, es más grande y es un gran desafío. Monseñor Ángel Garachana me ayudó mucho. La acogida fue muy buena y he tenido un buen ambiente, la gente ha sido cariñosa.

¿Cómo fue su experiencia en Roma, intercambió palabras con el Papa Francisco cuando le entregó el palio arzobispal?

Fue hermoso. Había gente de muchos países y éramos unos 27 nuevos arzobispos. El Papa llegó a la sacristía, donde nos encontrábamos, en su silla de ruedas a entregarnos los palios arzobispales. Salió de su silla de ruedas y se sentó en una normal y uno a uno nos dio el palio. Fue una experiencia hermosa, única, el estar cara a cara con el Papa, ver su sonrisa, dinamismo y alegría. Cuando pasé enfrente me presenté y le dije, soy monseñor Miguel, vengo de San Pedro Sula, Honduras. Él dijo: “Sí, SPS, Honduras, una nueva arquidiócesis, es la primera vez que hay arzobispo, felicidades y platicamos unos segundos. Me entregó el palio en una caja muy bonita.

¿El nuncio apostólico les colocará el palio en una misa especial?

El 6 de agosto tendremos una misa especial acá en la catedral. En Roma, recibimos el palio y acá nos lo colocarán en una misa especial. Una ceremonia muy bonita y con ello ya somos oficialmente arzobispos.

Julio es el mes de las vocaciones, ¿le preocupa que estén disminuyendo las vocaciones en general?

Las vocaciones han bajado acá en la arquidiócesis. Antes eran 40 seminaristas, hoy hay 24 en el seminario menor. La primera cosa por hacer es orar. Cuando la mies es grande y los trabajadores son pocos, hay que orar y no hay que cansarnos. La iglesia es de Dios y no abandona a su iglesia, pero tenemos que orar para que nos envíe más sacerdotes y religiosas. La pastoral vocacional es importante, la expovocacional también, pero debemos orar todos y estamos seguros que Dios escuchará nuestra oración. No sé si estamos orando lo suficiente, pero, sino, hay que redoblar esfuerzos, yo confío en que veremos un despertar vocacional. La iglesia ha pasado por muchos problemas y hay un bajón de la fe a nivel mundial.

¿Cuáles cree que son las causas para ese decaimiento vocacional?

Hay muchos factores, los jóvenes se sienten aislados, con dudas y golpeados por tantas cosas. Hay que hacer un gran trabajo para sanar muchas cosas, orar mucho y estar en contacto con ellos, salir a sus parroquias, dialogar porque como el Papa ha dicho en su mensaje, “la vocación es gracia y misión”, es un don gratuito y solamente Dios es capaz de dar la vocación.

" El gobierno debe dar pasos firmes, para parar la violencia hay que trabajar en prevención. "

Estamos ante una generación diferente y no podemos desconocerlo, ¿tiene que ver en el desinterés por servir?

Hay mucha influencia de la televisión, redes sociales, internet y la tecnología en general. Los jóvenes están bombardeados por información, mundos atractivos y ponen a Dios en el último lugar y no en el primero. Muchas veces los jóvenes carecen de formación en valores y peor con lo que está pasando actualmente tratando de imponer una ideología de género y con ello se está tratando destruir la juventud en vez de construir. También a la gente no le gusta el compromiso de por vida y no se casan. Al final, el joven está en un ambiente de mucha inseguridad, mucho engaño, falsas promesas. No es fácil ser un buen joven en estos tiempos, tampoco un buen adulto porque hay tantas tentaciones de dinero, enriquecerse. Hay tanto lavado de dinero, dinero fácil y creemos que eso nos trae la felicidad, pero tenemos que insistir que la única felicidad viene de Dios y la iglesia.

Las familias hondureñas se siguen enlutando a pesar de las medidas del gobierno contra la inseguridad, ¿qué piensa?

En medio del toque de queda siguen las muertes, eso significa que no se está logrando el objetivo. Hay que atacar las raíces y ver qué está pasando en realidad, parece que todo se ha salido de control y la gente dice dónde vamos a terminar. Estamos viviendo en esta cultura de la violencia, sólo el Señor puede tocar los corazones y el gobierno debe hacer su trabajo. Hay que clamar y pedir la paz como familias. Es en la familia donde empieza la paz. La paz se construye, no va a caer del cielo, no es un paquete que se conseguirá a través de un toque de queda, se construye y es un proceso.