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'Los detuvimos con el apoyo de dos Corsarios”

  • 13 julio 2019 /

    San Pedro Sula, Honduras.

    Tenía seis meses de haber egresado de la entonces Escuela Militar Francisco Morazán, cuando el joven subteniente Ricardo Luque Portillo fue llamado a integrar las tropas que saldrían de Tegucigalpa a detener a los invasores salvadoreños que ya habían tomado la ciudad de Ocotepeque y amenazaban con llegar hasta Puerto Cortés.

    Los reclutados, al mando del comandante José Matías Hernández, fueron transportados por vía aérea a Santa Rosa de Copán y de aquí, por tierra, a La Labor, Ocotepeque. Mientras el convoy avanzaban lentamente por la carretera de tierra que subía serpenteando cerros, el subteniente pensaba en sus padres quienes habían quedado en Siguatepeque sin saber que el hijo se había ido a la guerra.

    Una fotografía publicada por LA PRENSA en la que aparece el entonces subteniente en el frente de occidente.

    Después de pasar la noche en La Labor, el convoy los transportó hasta el área del Portillo de Teotecacinte, adonde se quedaron a pelear. Para entonces al joven suboficial ya le habían asignado un pelotón de 35 hombres.

    Abajo de El Portillo, a unos 30 kilómetros, se tendía la ciudad de Ocotepeque que ya estaba en poder de las tropas invasoras. “Estábamos desarrollando los planes para retomar la ciudad cuando nos informaron que una columna de soldados salvadoreños avanzaba por la carretera con dirección a El Portillo”. Venían en camiones, bien pertrechados, con la intención de llegar a Puerto Cortés, pues creían que el Ejército hondureño ya estaba aniquilado, dijo el ahora coronel retirado Ricardo Luque Portillo. Ni siquiera sabían que ya había llegado al sector una fuerza del Ejército hondureño que podía detenerlos. Ante la cercanía del enemigo que avanzaba confiado, “decidimos cambiar los planes y preparar mejor una emboscada en San Rafael de Las Mataras, por donde pasarían”.

    En el centro de la fila superior se ve al entonces subteniente Ricardo Luque Portillo.

    Los soldados hondureños se ubicaron estratégicamente alrededor de una hacienda, desde donde comenzaron a atacar a la columna enemiga. Ese 17 de julio se peleó toda la tarde con el apoyo de dos aviones Corsarios que providencialmente aparecieron en el lugar. Mientras la tropa hondureña atacaba con lanzacohetes y ametralladoras a los camiones salvadoreños, los Corsarios lo hicieron desde arriba con ametralladoras F4u4.

    Derrotados, los salvadoreños se vieron obligados a regresar a la ciudad y de allí huyeron en desbandada hacia su país. Sin embargo, las tropas hondureñas no pudieron retomar la ciudad porque tenían pocas municiones. Entonces se dedicaron a hacer trincheras en las montañas para defender desde allí el territorio recuperado. Se hicieron excavaciones en las que cabían dos soldados a medio cuerpo. Allí permanecieron hasta el 3 de agosto cuando la OEA entregó oficialmente la ciudad de Ocotepeque.