Maras reclutan a niños maltratados y abandonados

Principales víctimas son niños y adolescentes que desertan de escuelas y colegios y que enfrentan fracturas familiares por la violencia, alcohol, drogas y falta de dinero.

Foto: LA PRENSA

Cuando maras reclutan a un menor se llevan de encuentro a la familia. Acceden, colaboran, sacrifican vidas o huyen. En Honduras hay 1,550,968 menores entre 10 y 17 años: cifras oficiales.

dom 7 de julio de 2024

11 min. de lectura

San Pedro Sula, Honduras.

Dos hermanitos enfrentaron una tragedia allá por el año 2016, que marcó sus vidas para siempre. Cuando eran aún pequeños, con 8 y 10 años, su madre fue asesinada a sangre fría por la pandilla 18 al cruzar accidentalmente un territorio prohibido en la colonia Sinaí, sector Rivera Hernández.

Con el tiempo, aquellos niños inocentes con corazones nobles se convirtieron en adolescentes consumidos por el remordimiento y la ira. Se unieron a la Mara Salvatrucha, los absorbió demasiado rápido, allí se endurecieron y se volvieron violentos, decididos a devolver el golpe.

Ambos tienen hoy aproximadamente 16 y 18 años, ostentan el rango de “bandera” o vigía. “Su madre cruzó una frontera, ahora tienen otra personalidad y no lo pensarán dos veces, no dejarán pasar la oportunidad para matar a un 18 si se lo encuentran por allí”, comentó escuetamente un informante anónimo de la zona.

$!Desde los 10 años, los menores ya son un atractivo para las organizaciones criminales. Usan a “banderas” para llegar a ellos e influir para que se unan.

Marcados

En los barrios más peligrosos de Honduras, los menores son utilizados principalmente como mensajeros, la lealtad se prueba con tareas cada vez más agresivas. Las promesas de dinero fácil y protección son tentadoras en un contexto de desempleo y desesperanza, pues al no haber trabajo les hace suponer que no hay futuro, y las pandillas ofrecen una forma de vivir, aunque sea peligrosa.

Para dimensionar el impacto, en los últimos dos años, más de 105,000 niños y adolescentes han desertado del sistema educativo, según datos de la Secretaría de Educación, mientras que el Instituto Nacional de Estadística (INE) reporta que en Honduras más de 2.2 millones de personas tienen problemas de empleo, con una tasa de desocupación que afecta especialmente a jóvenes de entre 15 y 29 años, representando casi el 39% del total. Como en toda organización, existen jerarquías, puestos y vacantes.

Para saber
  • > Grupos criminales, ante la desarticulación de miembros, van preparando a otros o sumando a sus filas a muchachos foráneos.

El criminólogo Herman Vogelsang enfatizó que los jóvenes que son reclutados escalan según sus capacidades. “Empiezan desde niveles más bajos, pasan a recoger dinero por extorsión, distribuir drogas para el narcomenudeo y al realizar sicariato se convierten en el brazo armado de la organización”, pormenorizó. Para el analista en seguridad, estos menores suelen ser rebeldes, están en contra de las normas sociales y ejercen violencia porque deben llevar a cabo en algún momento acciones violentas.

Una fuente, quien tiene más de 20 años viviendo en la Rivera Hernández, con contacto directo e indirecto con varios integrantes de organizaciones, detalló que las pandillas se acercan a estos jóvenes a través de intermediarios que frecuentan lugares como parques y campos de juego, y transmiten mensajes a jóvenes vulnerables que han abandonado su centro educativo o enfrentan crisis familiar.

" Muchos menores nacen de padres alcohólicos o drogadictos y experimentan violencia en el hogar. Urgen penas severas y trabajo para ellos. "

“Los mareros más bravos nunca se exponen a las miradas de todos, los jovencitos caen en un estado de vulnerabilidad, les gusta la muestra de respeto, no es tanto porque los obliguen, pues les hacen ver lo bien que se siente estar en la mara”, manifestó el residente. Les cuentan historias sobre supuestos beneficios de pertenecer a la pandilla, destacan el respeto y la protección que obtendrán, lo cual resulta atractivo para ellos.

A menudo se unen por la fascinación que sienten hacia la imagen de poder y pertenencia que les presentan, aunque algunos buscan venganza, como aquellos ante la muerte de un ser querido a manos de una mara rival.

En muchos casos, los niños viven con sus abuelos, por lo que la supervisión es menos estricta, lo que facilita que pandilleros activos se acerquen y muestren cómo, aparentemente, estar en la mara ofrece seguridad y bienestar.

$!Ciertos grupos, al reclutar menores, presentan tres opciones: llegan donde la familia y exigen que el niño se una; que se vayan del lugar o amenazan con matar.

Los forman

El orden de roles en las organizaciones es distinto, pero para referencia se detalla parcialmente cómo funciona en la Mara Salvatrucha. Lo primero que asumen es ser “bandera”, aquellos que vigilan esquinas, reportan entrada de patrullas, carros sospechosos y cuidan zonas de la mara. “Este es el principiante de la mara y lo tiran a los leones, para llegar al mero centro no es fácil, allí está el verdadero nudo”, agregó otro de los contactos consultados. A medida avanzan, pueden ascender a roles más peligrosos, como “gatilleros” o sicarios, también asumir la función de “traca,” extorsionando directamente a negocios para obtener pagos, o ser “ranfleros,” encargados de movilizar. Con el tiempo pueden llegar a involucrarse en venta de drogas y, eventualmente, ser cabecillas.

En la estructura, por ejemplo, los “gatilleros” operan directamente en el centro de la acción y concretan asesinatos por encargo, los encargados de drogas supervisan la distribución y lo hacen desde ubicaciones centrales como casas abandonadas adecuadamente equipadas. A menores también les asignan tareas como entrega de pequeñas cantidades de droga, extorsión y, en el caso de mujeres, labores de cocina y venta de drogas. Aunque en ocasiones -muy raras-, la Pandilla 18 y MS admiten renuncia bajo condiciones especiales, grupos como Los Tercereños, que también opera en lugares como Rivera Hernández, no aceptan desertores, aquellos que intentan abandonar la banda suelen ser asesinados, incluso en la cárcel.

El proceso de integración transforma radicalmente a menores: consumen drogas, cambian vestimenta y de comportamiento, actúan y hablan como adultos. Una vez dentro de la mara deben abandonar la vida normal: dejan la escuela, se dedican por completo a la pandilla, vigilan de día y realizan tareas específicas de noche, no comparten con los demás civiles, deben respetar las líneas y no pasarse, a menos que sean enviados a una misión especial, de lo contrario, podrían ser hasta asesinados.

$!Sin importar su edad, si irrespetan las reglas internas pueden llegar a ser golpeados como si fueran adultos e incluso asesinados en “casas locas”.

“Los tratan como adultos, consumen droga, la personalidad cambia, cuando se conversa con un marero rápidamente uno se da cuenta”, apuntó, con conocimiento directo de las dinámicas de sectores conflictivos, otro vecino que conversó con la Unidad de Investigación de LA PRENSA Premium. Cuando reclutan a un menor, este pasa a vivir en casas de la mara y se las amueblan con todo lo necesario. La integración a pandillas sigue un escalafón, hasta alcanzar roles más altos.

“Hasta el tatuaje es ganado, según el nivel de muertes que lleve o si mataron a un pesado (líder) de la mara rival, es a puro mérito, debe demostrar cada vez que es más recio, porque si solo se tatúa el símbolo de la mara solo por hacerlo lo pueden hasta matar. Para que lo vean con el plaqueo (marca) es porque ya pasó los niveles que la mara requiere, para ellos es un trofeo”, señaló.

Además
  • > Gradualmente son atraídos hasta convertirlos en miembros activos. Aquellos denominados como retirados, de alguna manera siguen vinculados, aún observan lo que pasa.
  • > Varios policías locales son afines a ciertas maras, llevan menores para integrarlos y permiten movimiento de droga a cambio de dinero.

La mayoría de menores que ingresan a pandillas provienen de hogares desintegrados o de escasos recursos económico. El reclutamiento comienza alrededor de los 10 años. Los alias se asignan como medida de seguridad o como apodos que evolucionan según sus características físicas.

Las niñas suelen ser inducidas por novios pandilleros. En algunos casos, los pandilleros protegen a la comunidad, y esta a su vez les ofrece cierto apoyo, formando una relación peligrosa, pero de mutua conveniencia.

La primera entrega de esta serie periodística ha sido elaborada con el apoyo de testimonios anónimos para garantizar la seguridad de las personas involucradas.

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