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Unidad liberal

  • 11 abril 2018 /

La coyuntura que hoy atraviesa Honduras exige el abandono de intereses personales y de grupo.

    Desde la profunda ruptura padecida por el Partido Liberal a raíz de los acontecimientos de 2009, este instituto político no ha logrado resanar sus heridas y sellar, de una vez por todas, la necesaria unidad que exige su pervivencia. El último proceso electoral en lugar de ayudar a reunificar a la amplia familia liberal, y de acuerdo con las recientes declaraciones de algunos de sus máximos dirigentes, parece haber producido un efecto desarticulador entre su membresía.

    Esta situación dentro del Partido Liberal no debe ser motivo de satisfacción ni de alegría para ningún hondureño verdaderamente preocupado por el futuro del país. Si bien es cierto el bipartidismo parece estar en crisis en el mundo entero, también es cierto que esa fragmentación política tampoco ha significado un avance democrático con resultados beneficiosos para las distintas naciones, pues ha generado una mayor división, ha producido más dificultades para llegar a consensos y ha obstaculizado, incluso, la gobernabilidad.

    En Honduras, la falta de madurez, sensatez, incluso, de algunos políticos, ha causado que los que los que aquí vivimos estemos con los ánimos permanentemente crispados, escuchando dimes y diretes, amenazas y descalificaciones. En el caso del Partido Liberal, esta situación es inexcusable y debe superarse cuanto antes. Históricamente, este partido ha sido elemento fundamental para conservar la paz social y asegurar la marcha democrática de la nación. La propia doctrina liberal auténtica aboga por la armonía en las relaciones entre los diversos sectores de la colectividad y propone el respeto y la tolerancia entre los ciudadanos, como requisito indispensable para el desarrollo sostenido.

    Un cisma en el Partido Liberal no solo no es bueno para él mismo, sino que daña la vida institucional del país entero. Los institutos políticos de reciente fundación, así como aquellos fundados hace varias décadas, pero que parecen no haber logrado ganarse la simpatía de un sector suficientemente numeroso del electorado, hasta ahora no han dado muestras suficientes de ir más allá de los intereses de personas o de grupos reducidos y poco han colaborado con la promoción de la unidad entre los hondureños.

    La coyuntura que hoy atraviesa Honduras exige el abandono de intereses personales y de grupo. Nadie tiene derecho a erigirse en portavoz o en defensor de los intereses de una mayoría que muchas veces no se siente representada por aquellos que hablan en su nombre. A mayor división, menos posibilidades de salir adelante.

    De ahí que la unidad liberal es un reclamo de la patria. Sus líderes deben ponerse de acuerdo, dejar a un lado sus diferencias y sumarse al diálogo nacional de manera unificada. En este momento, todos debemos estar apiñados alrededor de Honduras, todo lo que sea división debe ser conjurado, sino los enemigos de la democracia se saldrán con la suya.