26/04/2024
05:07 PM

Superávit

    Como éxito en la administración de recursos a la Secretaría de Finanzas solo le faltó lanzar cohetes por la disponibilidad en caja a final de año. Claro que la cantidad, más de 34,000 millones de lempiras, no provienen del ahorro en el gasto, sino en la inversión pública que apenas alcanzó el 37% y en otros organismos cuyos funcionarios o ejecutivos evidenciaron la inutilidad o la miopía para invertir los recursos asignados en las cuentas del año pasado.

    Y de ello no hay transparencia en explicaciones, puesto que no se dan. El silencio de tumba domina hasta que pase el descontento y a seguir con lo mismo y con los mismos. Claro que escuelas, hospitales, caminos rurales y apoyo a las municipalidades no entran, sino los favorecidos con el destino del superávit identificado inmediatamente con el gasto en planillas, salarios atrasados y sueldos en los primeros meses del año.

    Así, en vez de exigir responsabilidades por no cumplir con metas, objetivos o proyectos se envía una felicitación implícita como “buenos funcionarios” gracias a su incapacidad o pasividad, el ahorro, mucho de ello proveniente de créditos internos o internacionales, pasará al abultado y creciente gasto de planilla en perjuicio del respaldo a la inversión pública para crear un clima favorable de oportunidades de trabajo.

    Las cuentas para el presente período fiscal tienen una gran carga en los costos, muchos de ellos con tinte ideológico, partidista, lo cual se aleja de una recta y justa administración de los recursos provenientes de la aportación de los hondureños, de la cooperación de países amigos y de créditos que pasarán a las próximas generaciones. Nos han bombardeado con presupuesto cero, es decir, justificación de todos los gastos y sin salirse de lo aprobado. Eso ni los mismos funcionarios de Finanzas se lo creen, pues falta recobrar la credibilidad para que haya confianza en el manejo de los recursos.

    El cero como calificativo de las cuentas debiera estar dirigido a las fuentes para sostener las partidas presupuestarias y de ser posible reducir al máximo la aportación de préstamos y créditos, pues lo que se gaste hoy pasará a futuro lo mismo que nos sucede ahora con la deuda externa, cuyos recursos se emplearon en gastos de planilla, en viáticos, representaciones y otros colaterales que muy bien saben disimular los hacedores del presupuesto.

    Hay superávit en la caja de Finanzas porque se recortaron proyectos en las zonas más necesitadas del país. Aquello de “no hay dinero” hay que entenderlo en la habitual demagogia del poder, porque ahora resulta, sin dar explicaciones del sustancial aumento en el presupuesto, la bancarrota inicial se ha transformado milagrosamente en superávit ejemplar.