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Regreso al aula

  • 11 enero 2022 /

    Pese a que otros asuntos se hallan en la superficie y cobran fuerza diariamente, el regreso a clases, a la convivencia en las aulas y en los recreos, sigue aún en veremos, aunque está claro que, según sondeos del sector magisterial, el 85% de los educandos desean regresar a clases presenciales, a mirar a los lados y observar a los compañeros; alzar la vista y ver al maestro; salir al recreo, sentarse o jugar. Unos días de sano crecimiento social que arrebató la pandemia a miles de niños.

    Si la encuesta se hubiese hecho a los padres seguro que el resultado rondaba el cien por cien no solo por la cara de aburrimiento de los escolares ante la pantalla, sino por la necesidad de preguntar, de pedir explicaciones sobre temas presentados en las clases virtuales que los progenitores ni escucharon ni leyeron.

    “Por esto y por otras muchas cosas”, como dice una canción de Navidad, hay que volver a clases ya. La pregunta sobre esa vuelta a los centros educativos es compleja: presencialidad, virtualidad o combinación de ambas mientras se va ganando la batalla y renovada, mejorada y moderna volvemos a la normalidad en las prácticas pedagógicas, asimilación de las enseñanzas y adecuadas instalaciones para recibir a los alumnos.

    Es necesario fortalecer la educación, superando los clásicos discursos y verborrea oficial, con los recursos necesarios, pues en los próximos años habrá que recuperar lo perdido por el cierre de escuelas y enfrentar con diligencia e inteligencia los riesgos, cada vez más y mayores de contagio en las aulas. La prioridad está a la vista por lo que es necesario disponer de los medios adecuados para que las tareas educativas no necesiten intermedios, sino que haya relación personal y sentimientos colectivos en las jornadas educativas.

    Dos elementos han salido a flote en el análisis de la vuelta a los centros educativos. La Secretaría de Salud señala responsabilidad, pues con cada variante es un paso atrás. Los padres de familia reconocen que la realidad virtual, allí donde hay señal, no llena las aspiraciones de un mediano aprendizaje, además daña la sociabilidad del niño cada vez más enclaustrado y esclavo de la tecnología con sus redes sociales.

    A esto se debe sumar que para proteger a los estudiantes, todos los maestros deben haber completado el esquema de vacunas y disponer del carné de inmunización. El camino es aún largo y áspero, pero es preciso iniciarlo para salvar lo salvable. Ojalá al volver a la normalidad podamos calificar el daño de “mal menor” o, como dicen en el pueblo, “menos malo” por la entrega de maestros, padres y alumnos.