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Iota, un monstruo

  • 16 noviembre 2020 /

    A quienes les cuesta entender el impacto del cambio climático y la urgencia de tomar medidas para protegernos, que vean de nuevo las imágenes de la devastación dejada por el huracán Eta hace apenas unos días y las que captan la desesperación de las evacuaciones en el Valle de Sula desde el fin de semana, cuando se alertó por la llegada del nuevo huracán, un monstruo.

    Tormentas tropicales como Eta y ahora Iota, la nueva amenaza del Caribe y Centroamérica, no duraban mucho al tocar tierra. Pero eso está cambiando. Los científicos han concluido que estos huracanes del Atlántico mantienen ahora más energía que antes al entrar en tierra debido al calentamiento global.

    Llegan con más fuerza, con mayor impulso, tardan más en disiparse al tocar tierra y son devastadores, más peligrosos para las poblaciones. Eso nos está dejando el cambio climático: tormentas monstruosas que dan miedo, que arremeten porque traen más agua, que se vuelven fenómenos poderosos debido al aumento de temperatura en las capas superficiales de los océanos.

    Expertos como el profesor Pinaki Chakraborty, del Instituto de Ciencia y Tecnología de Okinawa en Japón, señalan que ese aumento de temperatura en los océanos funciona como combustible adicional que fortalece, da energía a los huracanes, incluso cuando están en tierra. “Para los huracanes que caen desde tierra en el Atlántico norte, la escala de tiempo de descomposición casi se ha duplicado en los últimos 50 años”, ha escrito este científico japonés en un reciente estudio sobre huracanes publicado por la revista científica Nature.
    Según este estudio —basado en 71 huracanes del Atlántico que tocaron tierra desde 1967—, a medida que el planeta se calienta por la actividad humana, las zonas vulnerables podrían sufrir incluso más daños en las futuras tormentas porque “simplemente no se deteriorarán a la velocidad de antes”, cuando tardaban unas 17 horas en disiparse tras tocar tierra. Ahora estas tormentas tardan hasta 33 horas en debilitarse, concluye Chakraborty.

    Hay que entender estos fenómenos, estar alertas y prepararnos porque nos esperan tormentas tropicales y huracanes tan fuertes o más que Eta y Iota en los próximos años, entender que su virulencia es la evidencia del calentamiento del planeta.

    Hoy que vivimos la fuerza de Iota reflexionemos en la importancia de educarnos en el cambio climático y procurar educar a los más jóvenes sobre este grave problema ambiental que todos enfrentamos y que ellos heredarán.