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Una pregunta

  • 16 octubre 2020 /

De los 2.7 millones de hondureños que ya acudieron a tramitar su nueva cédula de identidad, solo 181,000 respondieron que sí están dispuestos a donar sus órganos al fallecer, menos del 7%.

    San Pedro Sula, Honduras

    “Quiere que la entierren enterita…”, le dice con una carga de sorna el entrevistador. La señora, sin inmutarse, le confirma: “Así es, que me entierren enterita”. La escena fue real y no dudamos que se fue repitiendo con distintos personajes y diferente interacción. Pero el resultado ha sido el mismo, la masiva negación a la pregunta si la persona desea donar órganos en caso de morir para que así conste en su nuevo DIN, el Documento de Identidad Nacional.

    De los 2.7 millones de hondureños que ya acudieron a tramitar su nueva cédula de identidad, solo 181,000 respondieron que sí están dispuestos a donar sus órganos al fallecer, menos del 7%.

    La poca respuesta positiva del hondureño a una acción de solidaridad humana va en la misma dirección: la pérdida de credibilidad en nuestras instituciones. De un lado el lastre de corrupción que han venido exhibiendo Gobierno tras Gobierno, año tras año, y, por otro lado, la falta de claridad y transparencia, porque hasta con este tema tan sensible hemos sido incapaces de organizarnos para que el ciudadano tenga fe en lo que se está haciendo.

    Y es que a pesar de que existe una ley en Honduras que autoriza el trasplante, bajo ciertas condiciones, la Ley de Donación y Trasplante de Órganos Anatómicos en Seres Humanos, vigente desde abril de 2014, esta no se aplica porque faltó elaborar el reglamento que debió hacerse en un plazo de tres meses cuando entrara en vigor la normativa.

    Y si estuviese el reglamento aprobado, como debió ser, en los hospitales públicos no hay programas para practicar estas intervenciones. En el país, con escasa frecuencia se hacen trasplantes de riñones y de córneas, porque falta equipo, laboratorios especiales, recursos y desde luego faltan los donantes.

    Así las cosas, se trata de solo una pregunta, porque no están listas las normativas, habría que elaborar una nueva Ley de Trasplantes —a la que sí se le debe completar con un reglamento—, tener un banco de órganos de donantes vivos y fallecidos y además programas y recursos en los hospitales.

    Hay sectores que han reaccionado molestos porque es una pregunta que hace el personal del Registro Nacional de las Personas (RNP), sin que antes se explique a la población en qué consiste la donación de órganos para que pueda responder con certeza si está o no está de acuerdo. Y es cierto, para el registrador se trata solo de una pregunta que es requisito hacerla porque forma parte del diseño de la nueva identidad; pero resulta ser una pregunta incómoda que ha vuelto a mover las aguas de la incredulidad y de la falta de fe en el sistema.