27/04/2024
11:29 AM

Vuelta de tuerca

Los gobiernos saben que la gente aguanta mucho, pero hay que ir poco a poco.

Hace unas semanas dediqué este comentario a exponer mi impresión de que los cambios en la Iglesia se estaban tratando de imponer con demasiada rapidez. Los gobiernos saben, porque así se lo han explicado sociólogos y psicólogos, que la gente aguanta mucho, pero hay que ir poco a poco. Es lo que se llama la “política de la vuelta de tuerca”. Das una vuelta de tuerca y luego esperas hasta que la gente se haya acostumbrado a ese cambio, antes de apretar un poco más.

Lo están haciendo con el aborto, por ejemplo: primero se aprueba una ley que se presenta como de mínimos para solucionar casos lacrimógenos y después se amplía al cuarto supuesto (el del daño psicológico de la madre) para terminar declarando que el aborto es un derecho y que todo el que se oponga a él será tratado con la misma dureza legal que si fuera un terrorista, un racista o un xenófobo. Desde el principio sabían a dónde querían llegar, pero aplicaron la política de la vuelta de tuerca, a fin de que el personal no se soliviantara.

Entre nosotros, en cambio, parece que hay unas prisas locas por meter en el baúl de los recuerdos dos mil años de interpretación bíblica y echarse en brazos de las tesis más progresistas que llevan años aplicando los protestantes, aún a sabiendas de que los resultados que ellos han obtenido son catastróficos. La cosa empezó con lo de la comunión a los divorciados vueltos a casar, luego se dijo que también podían comulgar los que vivían sin casarse y más tarde se abrió la puerta a la comunión de las parejas gay, incluso se llegó a afirmar que cuanto más sexo practicaran estos más se santificaban. La penúltima “novedad” ha sido la comunión para los luteranos -y me imagino que también para el resto de los “hermanos separados”-. Y digo la penúltima porque ya ha saltado otra: la posibilidad de ordenar sacerdotisas y “obispesas”.